miércoles, 7 de junio de 2017

La emoción de compartir

Lo que hoy vengo a contar aquí no es más que una pequeña anécdota  del ámbito laboral. Esta mañana de martes, al ir a buscar a devolverle una chaqueta olvidada en mi aula a una alumna, un niño de la clase, que no está entre mi alumnado de Compensatoria, se ha acercado a mí en cuanto me ha visto asomar por la puerta. Para mi sorpresa, me ha pedido un abrazo, así, sin más, y sin menos. Obviamente se lo he dado, encantada de la vida. Es curioso cómo los más pequeños de Primaria no piden permiso alguno y me abrazan sin más. 

No sé el motivo, si la vergüenza, o simplemente que al crecer ponemos más distancia entre nosotros, pero no es la primera vez que alguien me pide que lo abrace o me  pregunta si puede darme un abrazo. Y si me refiero a los alumnos, suele pasar más con los "mayores," que con frecuencia son los que más los necesitan. Mientras que los de cursos inferiores todavía son medianamente transparentes y expresan su agrado, enfado, alegría, tristeza...los mayores no. Desafortunadamente, en algún momento del camino, han mal aprendido a no compartir con casi nadie lo que les pasa, a sufrir en silencio, a ocultar al resto del mundo sus preocupaciones, sus problemas. Porque sí, haberlos los hay, quizá los adultos no le dan el espacio que necesitan, no sé, o el momento para mostrar cómo son y qué es lo que sienten.


Quien me conoce sabe, que a pesar de no demostrarlo tan a menudo como debería, soy muy abrazable, a lo mejor porque soy muy "achuchable". El abrazo es, probablemente,  el tipo de comunicación sin palabras que más mágico me parece. Esa cercanía buscada, no incómoda, esa proximidad compartida, ese intercambio de cariño en un solo gesto. Algo siempre único, porque a la vez que lo das lo estás recibiendo, de manera simultánea.

Y así un "día después del lunes" se afronta mucho mejor. Es como recargar las pilas de golpe y porrazo, en unos segundos. 

Para mí, esto también es parte de la educación emocional. Hay que compartir, compartir tiempo, compartir palabras, compartir cariño, compartir vivencias...Por supuesto que compartir también es arriesgar. No puedo hablar a mis alumnos de educación e inteligencia emocional, de empatía...y no ofrecer nada. Si queremos que nuestros alumnos (desde niños a adolescentes) entiendan qué es todo este mundo de los sentimientos y las emociones, hay que participar, no quedarnos ajenos a lo que les pasa, como meros espectadores. Y sí, humildemente me parece que tenemos que aprender (en el caso de que no lo hagáis) a compartir aunque sea una pequeña porción, de aquello que nos sentimos. Y no creo que mostrar nuestras emociones nos haga más débiles, pero sí más humanos.

Dejo por aquí un vídeo de la campaña "Free hugs" (abrazos gratis).



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