miércoles, 24 de enero de 2018

EMOCIÓNATE: día 11, llegó la tristeza

Llevaba ya un tiempo advirtiéndoles a los chicos y chicas del taller, que no todo iba a ser hablar de alegría, calma, felicidad, optimismo...Hoy era la tarde elegida para empezar con temas más duros pero que también han de tener su espacio.

Y allí estuvieron ocho de ellos (y yo), rompiendo el hielo. Cada uno tenía media cuartilla azul, en la que les pedí que, mientras sonaba una canción de fondo, escribieran un momento tristísimo para ellos, describiéndolo en la medida que quisieran. Antes de avanzar, para que lo visualicéis mejor, os dejo el vídeo de Starry Night (Noche estrellada), de Don Mclean. Esta es la canción que sonaba de fondo:



Sin tiempo para terminar de explicar la actividad, se me adelantó una niña y me preguntó si luego había que leerlo en voz alta. Como siempre en cuestiones similares, NO. No soy nadie para obligar a otros a compartir lo que siente o ha sentido, por mucho que estemos en el contexto de un taller sobre educación emocional. Les expliqué que podían hacer lo que quisieran, que nadie se sintiera obligado a decir algo que no quería o a compartir vivencias que no quiere que otros conozcan (conozcamos). Solamente un niño y yo optamos por decir algo de lo escrito en el papel. Él solo había escrito una frase, que es la que dijo en voz alta, pero estaba claro que era algo muy importante para él, a veces la brevedad está muy justificada y con su mirada detecté lo relevante que lo escrito había sido para él.

En mi caso expliqué lo mismo que el día que hicimos una actividad similar en un curso del CFIE de Salamanca. Y tuvo el mismo resultado, no pude evitar llorar. Creo que hay heridas que no cierran de un día para otro, aunque hayan pasado ya más de dos años. Perder a una amiga, la madre de mi primer alumno, que era ejemplo de superación, vitalidad, fortaleza, realismo, lealtad, bondad...y tantas otras cosas, es muy duro de encajar. Cuando dejé de llorar les expliqué a mis alumnos que vaya ejemplo les daba hablando de gestión de las emociones y reaccionando así, pero que no había podido evitarlo. Cada uno reaccionó a su manera, y soy consciente que no soy la única que esta tarde lloró en algún momento del taller. Cinco de los ocho me dieron el papel con lo que habían escrito, para que pudiera leerlos, uno de esos cinco es el que se atrevió a intervenir, al que hice referencia en el párrafo anterior. De corazón, gracias por vuestra confianza y generosidad.

Y a los otros tres, cada persona está claro que es un mundo. En un caso, comprendo perfectamente que no escribiera nada, porque sí, lo llamo empatía, y en su piel habría actuado igual. Otro escribió algo que al escucharme a mí, se dio cuenta que no era lo que debía haber puesto, porque no se trataba de un momento personal muy triste. Lo leyó, pero también entiendo que tendrá sus motivos para no haberse tomado en serio el ejercicio. Y la tercera persona, lo escribió y quiso compartirlo únicamente con un niño de la clase, así que no puedo añadir más.

Después de esa tormenta emocional, vimos el vídeo con el libro de El árbol rojo, de Shaun Tan. Siempre, repito, siempre, hay que tener esperanza, y esta breve historia es un buen ejemplo.



Tenedlo bien presente, no hay mal que cien años dure. Os lo garantizo.

Luego vimos un vídeo con fragmentos de la película UP, que para mí es la que mejor ha contado una historia de amor. Sí señores, una película de animación, una delicia de historia es, bajo mi humilde punto de vista, la que contiene una historia de AMOR con mayúsculas.



Les comenté que, aunque el vídeo tenía parte triste, contaba muchas cosas que no eran precisamente sinónimo de tristeza. Por algo elegí para "decorar" mi clase, como motivo principal, la casa de UP (los globos tenían los nombres de mis alumnos).

Ahora que releo lo que voy escribiendo en esta entrada, me doy cuenta que la sesión de hoy cundió muchísimo y, como las anteriores, el tiempo se nos echó encima. 

Para dar un giro, y subir un poco el ánimo, les dije que se levantaran de la silla y con la letra a la vista, cantaran Grita, de Jarabe de palo. Les conté que esa canción era especial para mí, desde que Iván Jiménez y Rubén Fraile, dos personas excelentes (y además amigos), me la dedicaron en un karaoke de Salamanca antes de marcharse ellos a Madrid...Momentos como esos nunca, jamás, podrán ser olvidados. Y ha llovido "un poco," porque viajamos en el tiempo hasta 2006.


La verdad es que con el estribillo se animaron bastante.

Para finalizar la sesión, dejé actividades en el tintero e improvisé una que tenía que ver con la canción Grita. Fuimos al gimnasio, nos colocamos en círculo, y fui diciendo en voz alta el nombre de cada uno. Eso era una invitación poco habitual, tenían permiso para gritar durante cinco segundos máximos. Nos reímos y nos marchamos a casa (creo), bastante más calmados. Lo de gritar se me ocurrió por aquellos que se habían guardado para ellos mismos sus momentos más tristes. Hay ocasiones en las que la tristeza puede llegar ser peligrosa, como un veneno, y debería exteriorizarse por una vía u otra. El capítulo tristeza seguirá el próximo día, aunque mi intención es dedicarle solo una parte de la sesión.

A raíz de vivencias personales dentro y fuera del colegio, comparto con vosotros ¡VAMOS!, un texto de mi cosecha.

Vamos a huir del miedo. Vamos a enfrentar los temores con coraje y los problemas con esperanza. Vamos a intentar cerrar las heridas sin hacerlas más grandes. Vamos a llevar a la práctica lo que aparentemente tan sumamente bien dominamos en teoría. Vamos a ser valientes y, compartir lo que pensamos, demostrar lo que sentimos y mostrarnos respetuosos con lo que nos rodea. Vamos a confiar. Vamos a perder el miedo de ser cariñosos, de dar un abrazo, apretar una mano firmemente en señal de apoyo (o lo que sea). Vamos a remar con fuerza, a hablar con sinceridad y a evitar mentir, especialmente cuando esa mentira se convierte en una injusticia. Vamos a esforzarnos, sí, ¿por qué no? Vamos a poner toda la carne en el asador. Vamos a cuidar de la salud de nuestra gente y la propia. Vamos a preocuparnos por hacer felices a los demás y vamos a mirarnos menos el ombligo. Vamos a guardar silencio cuando creamos que, ese silencio es la respuesta más apropiada. Vamos a hablar, como sea, en voz alta, al oído, con la mirada...pero hablemos. Vamos a no rendirnos nunca. Vamos a querernos a nosotros mismos y a los demás. ¿Vamos? Sí...¡VAMOS!

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