martes, 31 de marzo de 2020

Epílogo: CORONAVIRUS día 17

Os dejo las dos primeras acepciones, según la web de la RAE, de la palabra epílogo:
epílogo


1. m. Recapitulación de lo dicho en un discurso o en otra composición literaria.
2. m. Última parte de una obra, en la que se refieren hechos posteriores a los recogidos en ella o reflexiones relacionadas con su tema central.
Sé que es algo raro, pero para el audio de anoche elegí un epílogo. Me di cuenta que sin leer el resto del libro, se entendía a la perfección.

Es del libro "Cuentos para crecer por dentro," escrito por Nekane González y Virginia Gonzalo, de la editorial Nube de Tinta.

Pasado el tiempo nos damos cuenta de algo.
Y es que no podemos curarnos solos.
Necesitamos de los demás para poder continuar.
Porque dentro del bolso siempre hay algún objeto perdido.

Muy al fondo.
Que no se usa.
Escondido.
Con miedo a ser utilizado, también.
Un objeto que ha olvidado para qué servía.
Pasado el tiempo nos damos cuenta de algo.
Y es que nosotros somos ese objeto.
Enterrado entre cientos de exigencias y pensamientos ajenos.
Por dentro, estamos nosotros.
Con muchas posibilidades heridas.
Pero con cientos de ellas intactas.
Esperando a que las nombremos para aparecer.

Pasado el tiempo nos damos cuenta de algo.
Y es que no somos nosotros los que estamos rotos.
Ni los que necesitamos ser reparados.
Son nuestros miedos, inseguridades y culpas los que han sido destrozados.
Los que se amontonan a nuestros pies haciendo un pantano sólido.
Los que nos impiden seguir.
Así que tenemos que arreglarlos.
Recoger del suelo todos estos temores, esa indecisión y aquel tropiezo.
Darles cariño.
Hasta que les crezcan alas de nuevo.
Y puedan volar lejos.
Antes o después de todo.
Dejándonos un poco más libres.

Pasado el tiempo nos damos cuenta de algo.
Y es que no hay certezas.
Solo hay personas aquí que se preocupan por nosotros.
Por que estemos bien.
O al menos, mejor.
Que transforman las palabras en semillas.
Y nos las ponen debajo de la lengua hasta que nos tranquilizamos.
Que plantan ideas buganvilla en nuestras cabezas.
Que nos invaden.
Para luego estallar.
Floreciéndonos.
Hay personas que nos cuentan historias para calmarnos.
Porque les importamos.

Pasado el tiempo nos damos cuenta de algo.
Y es que las tormentas no se van.
Porque nosotros también somos la tormenta.
Solo nos queda salir de dentro.
Abrir la puerta, cerrar los ojos, levantar la cabeza hacia la lluvia.
Para recordar de nuevo.
Que siempre fuimos resistentes al agua.


Desde luego no creo que esto sea el final, a mí el confinamiento me parece una especie de paréntesis, a ratos de pesadilla, de un reloj de arena paralizado, de jaula de oro (según para quién), cárcel...Mil cosas, lo que está claro es que está dejando huellas y más va a dejar. Esa es la parte negativa. Lo peor ver que los fallecidos no parecen personas, sino un número, y se están yendo sin hacer ruido. El "ruido" queda para sus seres queridos, que no están pudiendo darles una despedida digna. Pero claro, ¿quién iba a pensar en una pandemia mundial? Nadie.


Entre las cosas positivas, está ver la casa como refugio, oasis, hogar, isla, punto de encuentro...Aunque nos hartemos (a ratos), de pasar tantísimas horas en ella. También estamos disfrutando un tiempo con nuestros seres queridos que nunca pensábamos que fuera posible. Y si no es en persona, porque físicamente no se pueda, conectados a través de las nuevas tecnologías. Una vez más, bendito internet. Los smartphones me parecen más inteligentes (y útiles) que nunca.

Imagen propiedad de Raquel Plaza Juan.
Y cuando iba leyendo ese maravilloso epílogo, asociaba esas palabras con personas concretas, con nombres y apellidos, a las que en días normales y corrientes me gusta tener en mi vida, y en periodos duros, como no deja de ser este, por muy lado bueno que intentemos verle, quiero todavía más...si es que se puede. 

No hace falta hacer nada del otro jueves para ayuda a alguien, o a hacer que se sienta acompañado. Por ejemplo, personalmente, agradezco mucho el sentir que alguien está ahí, sin más. Y como dice el texto, esas personas que no es que se preocupan por que estemos bien, sino simplemente mejor. Qué queréis que os diga, hay golpes que no se van de un día para otro, y estar mejor , que no bien, es ya un pequeño gran triunfo.

La suerte es que estos días, pese a las dificultades, no se me están haciendo largos. Agobia la situación en sí, pero el reloj se mueve relativamente rápido. Hay horas en las que me aburro, pese a tener una lista interminable de asuntos pendientes, es una contradicción, pero es así.

Creo que ya vamos a empezar con los pocos juegos de mesa que hay en casa, alternándolos con películas pendientes, series, libros...Y teletrabajo, eso siempre, es parte de la rutina. Echo mucho de menos a mis compañeros, el saludarnos por la mañana. Es muy bonito que la jornada comience con un intercambio de sonrisas. Incluso antes de llegar en el cole, el trayecto con mi compi de anécdotas del bus, desde la estación hasta el cole y viceversa. Al conserje, con el que también me río mucho y es un compañero más. Por supuesto que a los alumnos, si me imagino el cole vacío me entran ganas de llorar. Porque no estamos de vacaciones, estamos de confinamiento, y no es lo mismo.

Eso en lo que respecta a mi día a día nivel laboral. Y de la vida fuera del cole ya he dado pinceladas en muchas entradas previas. No quiero aburrir con todo lo que echo de menos. Y eso que lo que tengo es para sentirme la persona más rica del mundo. Rica en lazos humanos. ¿Existe otra riqueza mayor? De corazón creo que no. Qué bonito que haya cosas que el dinero nunca va a poder comprar.  Como siempre, UN DÍA MÁS, UN DÍA MENOS...

lunes, 30 de marzo de 2020

Escuchad: CORONAVIRUS días 15 y 16

ME ESCUCHAS
Parece una tontería, pero tú siempre me escuchas.
Me escuchas cuando te cuento todo lo que me pasa.
Yo noto que lo haces, aunque no digas nada, porque
muchas veces lo mejor que se puede hacer es estar ahí,
apoyando en silencio.

Porque no es que no quieras decir nada, es que no
sabes qué decir, no quieres cortarme con una frase
de ánimo como hace el resto del mundo.

Sé que estás ahí y con eso es suficiente. Porque cuando
algo duele es inevitable.

Y sabes que soltarlo todo es la mejor manera de volver
a empezar.

Me abrazas y veo que me entendiste.

(Defreds, de su libro INCONDICIONAL, Editorial Espasa)

Sí, Defreds otra vez, me repito como las lentejas, pero me encanta su manera de contar, sin grandes adornos, con mucha verdad. Lenguaje claro, directo, que no necesita de consultar diccionarios.

Ya lo había leído antes de elegirlo ayer, pero fue volver a encontrarme con él y no poder seguir pasando páginas, ¿para qué?

Qué importante es escuchar, siempre, desde luego. Pero en situaciones como las de ahora, mucho más. Sin excusas. Y os guste o no, quiero pediros que escuchéis a los que os rodean, os importan, os preocupan, os aportan...Porque ahora lo necesitan de una manera imperiosa, aunque tal vez no lo digan tan claro.

Yo tengo una suerte tremenda porque cuento con un grupito (da igual cuántos, para mí más que suficiente) de personas que siempre están dispuestas a escucharme, incluso cuando ellos mismos necesitan ser escuchados más que respirar. De hecho con una persona basta, no necesitamos más.

Seguramente estos días tengáis muchos momentos en los que os sintáis impotentes, con las manos atadas, como si no pudieseis decirle nada a alguien que tiene un ser querido con COVID-19 y que no se sabe si saldrá o no adelante. O que sin estar en ninguno de esos casos anteriores, siente miedo, angustia, ansiedad...Porque sí, porque la situación es muy dura y nos pone a prueba día tras día.

A veces la lógica y lo que vemos a nuestro alrededor, hacen pensar que la balanza se va a desnivelar hacia el lado que no queremos. Pese a eso, a que pinten bastos, os animo a no perder la esperanza, a no rendiros, a agarraros a un clavo ardiendo o a lo que haga falta, pero a confiar, hasta que no haya ni una sola posibilidad, por ínfima que sea, en que las cosas van a mejorar, a salir bien, y esa persona que tanto queréis podrá esquivar con éxito ese gran escollo en el camino. Y si la vida nos golpeara, pues ya lloraremos, patalearemos o lo que haga falta. Pero antes no, rendirse no debe ser una opción, sobre todo cuando queda tanto por vivir. 

Llevo ya unos días bastante aislada a nivel informativo. Y de vídeos que reenvían, con origen desconocido, sobre un "experto" que te cuenta no sé qué sobre el COVID-19, ni os lo imagináis, los ignoro directamente, sin ningún tipo de remordimiento y con algo de alivio incluso.

La mejor vía de comunicación para mí, son los míos. Ver cómo está cada uno de ellos, qué tal lo van llevando (cada cual con sus circunstancias) y a qué se exponen. Hay tantas historias como personas en el mundo y ninguna creo que sea exacta a la otra. Me parece que es la mejor manera de enriquecerse durante el confinamiento, comunicarse con los demás, nutrirse de esas historias individuales que nos ayudan a comprender un poquito mejor el mundo, y nos enseñan (o nos repiten la lección), que es muy fácil juzgar a alguien sin saber y que nunca, repito nunca, deberíamos hacerlo.

Algunos amigos comparten por una vía u otra las ilustraciones de mi querido 72 KILOS. No sé cómo lo hace pero siempre da en el clavo. Os dejo unos excelentes ejemplos de estos días:






Quedaos con el final, brindad palabras bonitas a todos los que creáis que necesitan recibirlas.


sábado, 28 de marzo de 2020

Cuestión de sueño/sueños: CORONAVIRUS día 14

He roto mi costumbre de escribir las entradas del blog, durante el COVID-19, de madrugada. No, no me ha pasado nada. Tenía sueño, estaba muy cansada y decidí que iba a aprovechar para irme a dormir a una hora más normal. ¡Para un día que no me activo de madrugada!

Y como va de sueño la cosa, sobre eso era mi audio de anoche. 27 de marzo, Día Mundial del Teatro. Antes de empezar el estado de alarma, tenía muchas ganas de ir a una obra de teatro que mereciera la pena. En estos momentos...¡Mucho más! 

El texto era un breve fragmento de "La vida es sueño", de Pedro Calderón de la Barca. El personaje de Segismundo dice al final de la Jornada 2:

Sueña el rico en su riqueza,
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende,
sueña el que agravia y ofende;
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.
Yo sueño que estoy aquí
destas prisiones cargado,
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.

Soy de las que sueñan (no a diario), de las que creen en los sueños y en luchar por ellos para que se conviertan en realidad. Tengo varios en "stand by" por el COVID-19, pero no están en el cajón del olvido y, en la medida de lo posible, sigo trabajando en ellos, porque me parece que casi todo puede suceder cuando se lucha para lograrlo. Ojalá vosotros soñéis, y cuando abráis los ojos, hagáis lo que esté en vuestras manos para alcanzarlos. Ya, soy una romántica sin remedio, pero vivo más feliz cuando lo hago ilusionada. ¿Y vosotros?

El puntito musical es un dúo que no había escuchado, Carlos Goñi (Revólver) y Rozalén, cantando "El roce de tu piel." Una canción preciosa. Os dejo también la original, solo con Goñi.



Cada noche, antes de apagar la luz, miro las fotos que tengo colocadas en el lateral de un mueble. Ya he hablado otra vez de ellas. Las cambio cada cierto tiempo y están sin marco de fotos, porque son demasiadas y necesitaría un espacio que no tengo.

Lo he hecho siempre, no ahora por el confinamiento. Pero en esta situación esas fotos son mucho más especiales, me ayudan a mantener los pies en la tierra, el ánimo en alto y a cerrar los ojos con una sonrisa. Me encanta revivir esos momentos, y son parte de la "gasolina" que tengo para mantener la esperanza.

Ya no pongo fechas, para qué hacer quinielas de cuándo podremos caminar por la calle sin restricciones. Lo que importa es que el día que podamos hacerlo, sea con la seguridad de haber tenido los límites el tiempo necesario, y eso no lo determinamos nosotros.

Me gusta leer distintos periódicos y ver las noticias en diferentes cadenas, no siempre el mismo medio. Hace un rato han puesto un reportaje muy emotivo en Informativos Telecinco, terminaba con esta frase:
"EL AMOR NOS UNE." Cuánta razón.


viernes, 27 de marzo de 2020

Odisea online con los hipermercados: CORONAVIRUS día 13

No pienso poner nombres, porque no tengo ganas de hacerles publicidad, ni buena ni mala, a ninguno de ellos. Viendo que esto va para largo, y como hace unas horas me decía un amigo, a esto de estar en casita, no es que quede mucho, sino muchísimo, y ya intentamos reírnos, porque el humor debe ser uno de nuestros flotadores, 

Llevo tres días intentando, de manera infructuosa, hacer una compra, pero compara grande, que dure mínimo cuatro semanas (o más), por internet. El hipermercado 1, me sugiere, su página web vamos, al introducir mi código postal en la web, que vaya a comprar en persona, porque ahora hay mucha demanda del servicio de entrega a domicilio. Y para más guasa, me pone en la pantallita el horario que, dada la cercanía, conozco al dedillo.

Otro, digamos el 2, hace que me registre para poder hacer la compra virtual. Una vez que tengo todo en el carrito, sale la primera fecha de reparto disponible el 13 de abril, como me pareció una burrada, cerré la pestañita (grave error). Un día después entro nuevamente, resulta que ¡oh maravilla! me guardaron la cesta con los productos que ya tenía. Un día después, viendo que al final salimos en junio, la lista es más larga, continúo comprando...Parezco Caperucita paseando por el bosque (cestita en ristre), más feliz que una perdiz. Compruebo con la ayuda de mi padre que está todo. Le doy a continuar para "tramitar la compra", antes de pagar debo elegir qué día nos traen la compra (y la hora). Pensaba, lo logré, qué bien. Total, si un día antes era el 13 de abril, por muy mal que se haya puesto el 20 seguro que sí puede ser. Pero no, apareció el lobo. Y me dijo un Mensaje de administración: "En estos momentos no disponemos de horarios disponibles para poder atender su pedido. Disculpe las molestias ocasionadas." Y es lo que hay.

Sigo, en el 3, también me toca registrarme, y para mi alegría, lo primero que hacen es decirte la disponibilidad, diciéndote que elijas día y hora de entrega...¡Yupi! Cantando victoria veo que de esta forma, primero sé cuándo me lo traen y luego ya "lleno" el carrito. Abro el calendario y...¡Zas! Llamadme ilusa, del 27 al 3 todo completo, ni un hueco en los tramos de las 9 de la noche a las 20 hr. Pensé, Raquel, sin problemas, buscas otra fecha y listo...Ja, de eso nada. No puedes mirar más allá del 3 así que, adiós muy buenas.

Y el 4, es una relación de amor-odio. De entrada, tras registrarte bla, bla, bla, me aparece un lindo carrito azul intenso, diciendo que hay "lista de espera" para entrar al supermercado...Tócate los pies (bueno, dije otra cosa menos sutil). Y que en una hora, podré entrar. Total, todo el día en casa, ¿qué es una hora? El carrito azul intenso oscila de manera preocupante como María en la canción de Ricky Martín, tan pronto salen 35 minutos,  como que faltan 49. Alrededor de horas y media (o más) después, logro acceder al supermercado, cuando llevo el carrito con la mitad de las cosas que tenemos apuntadas en la lista, se bloquea todo y a tomar vientos, me han "echado" del súper, ya no aparece ni cesta de la compra ni naranjas de la China (perdón, dejemos a China en paz). Como soy más terca que una mula (cuando me pongo tozuda me pongo de verdad), no desisto y en distintos momentos de dos días distintos entro en la web del hiper 4, y hago larga cola con el carrito azul para ver si de una santa vez puedo acabar lo que estaba haciendo.

El orden de los hipermercados no altera el resultado, es un canto a la paciencia de cualquiera. Y no la he perdido porque escribo esta entrada desde el portátil. Si la hubiera perdido el portátil llevaría un rato en el Tormes (el río, no el Centro Comercial). Luego dirán que la gente sale de casa, pues habrá de todo, pero fácil lo que se dice fácil no están las cosas.

Eso sí, estoy fichada en todos los hipermercados de Salamanca, bueno, en casi todos, pero no me atrevo a probar en los dos que me quedan...

Releo lo escrito hasta este punto y me da la risa. Tenía que haber empezado un libro COVID-19, anécdotas de una cuarentena.

Además, antes de ayer y ayer fueron dos días intensos con el "Class Dojo," se acababan (en teoría) los plazos que había puesto para mandarme tareas que había pedido. Lo de corregir uno a uno es canela en rama. Entre los hipermercados y el "Class Dojo" (tiene un apodo, pero me lo reservo para la intimidad), mi espalda está como un acordeón. 

Hoy no pinto nada, al menos de madrugada. Ayer hice en un ratito el corazón para colgar dentro de unas horas en el balcón. Como quedaba un poco soso y por más que he dado vueltas por casa no tenía otra cartulina verde grande y me han faltado nombres (a los que dar las gracias), se me ocurrió aprovechar la gomaeva con purpurina sobrante para unos corazones. Ahí abajo están los dos. A ver si hay suerte y aguantan al menos todo el día sin sufrir ningún daño (viento, lluvia...a saber).




Me he acordado de mis alumnos del curso pasado, porque tengo unos cuantos enamorados de la purpurina, el brilli-brilli o como queráis llamarlo. Cuando hicimos la botella de la calma, si hubiera sido por algunos, habría echado botes completos de purpurina, porque siempre pedían un poquito más. Creo que ha llegado el momento de ir más allá, y hacer "la garrafa de la calma", ja, ja, ja.

Para no perder las buenas costumbres, en varios de los pocos momentos del día que no pasé frente a la pantalla del ordenador, me puse a buscar algún texto que me gustara para el audio de cada día. Grabé varias veces un cuento breve, que me trae muy buenos recuerdos. Pero como vi que necesito algo más de práctica para grabarlo del tirón, opté por un plan b). En realidad mi plan b) otros días ha sido el a). De nuevo Defreds, con "Ser valientes", de su libro Casi sin querer. Dice así:

Ser valiente es no avergonzarte de lo que te falta. Es muy fácil hablar de lo que se tiene, de cuánta gente está cerca, de cuando todo va bien.
Lo realmente importante es reconocer y decir sin tapujos y con valor lo que no tienes. Que algo va mal, que te han jodido y fallado. Ser fiel a ti mismo y jamás dejarte caer. Aunque no quede casi nada y no esté casi nadie.
Y aunque poca, queda gente así.

Esta vez no hubo música, como el texto no era extenso me parecía innecesaria. Pero no puedo vivir sin música, y como cada entrada desde el 13 de marzo es una crónica de este confinamiento, encierro, estado de alarma...Sin música no iba a dejaros. La canción pertenece a la banda sonora de la película "Requisitos para ser una persona normal," la apunto para acordarme de verla de nuevo "estos días."
Además de gustarme mucho la canción, el vídeo es un regalo para la vista. 

Y hasta aquí la crónica de ayer. A ver hoy qué sorpresas nos da.

Sabéis que tenemos que intentar ser fuertes, y cuanto más unidos estemos, mejor. Físicamente estaremos a mucho más de un metro y medio, pero los corazones se rozan, y eso se nota.

jueves, 26 de marzo de 2020

Miradas: CORONAVIRUS día 12

En una de mis primeras experiencias laborales, fui tutora, en Madrid capital, de un grupo de 2º de Educación Primaria. En Lengua venía una unidad sobre las profesiones y en clase, a modo de introducción, hablamos de a qué se dedicaba cada papá o mamá, para saber qué vocabulario manejaban a cerca de ese tema. Uno de mis alumnos no quería decir la profesión de su papá porque se avergonzaba: era barrendero. Por supuesto que expliqué que todas las profesiones tienen importancia en la sociedad, y son necesarias. Y gracias a personas como su papá, nos encontrábamos las calles limpias y no llenas de porquería. El niño al principio pegó un respingo en la silla, no parecía muy convencido, pero después incluso esbozó una tímida sonrisa al ver que sus compañeros reaccionaban en la misma línea que yo. Todos hacemos falta. Y ser barrendero no ha de ser motivo de vergüenza. Ni mucho menos. Y así con otras tantas profesiones a las que muchos miran por encima del hombro. Me revientan, no puedo evitarlo y lo disimulo bastante mal.

Me estoy acordando ahora de los conductores de autobús. En lo que va de curso prácticamente a diario he ido y vuelto en autobús a Béjar. Tengo la manía de sentarme, si tengo la opción, en la primera fila de asientos. Y me cabreo, me enfado día tras día al ver que muchos de los que entran en el bus, casi siempre son los jóvenes, ni se dignan a saludar al conductor. Hace cosa de un mes se lo comenté a uno de ellos, a uno de los Luises (Encarna, Ana Belén, qué recuerdos), es lo que tiene haber coincidido ya en anteriores ocasiones (el curso pasado en el "Fili" de Guijuelo y los dos que estuve en el instituto, también en Guijuelo).           

Como soy una ilusa, quiero pensar que el estado de alarma está ayudando a mirar a todos (o quizás a algunos grupos en concreto)  de una manera más amable. A valorar más el trabajo de un cajero de supermercado, un reponedor, un camionero, un autónomo (haga lo que haga), personal de limpieza...Si salimos de esta sin inmutarnos, no habrá servido de gran cosa. Y también que está haciéndonos ver que hay cuidar más a todo el personal sanitario, porque me da la sensación que faltan medios, no solo para atender adecuadamente a los afectados por el COVID-19, sino para los que nos cuidadores, sean técnicos sanitarios, enfermeros, médicos...T-O-D-O-S. Desde la primera persona hasta la última que entra en contacto con cualquier enfermo y pone su granito de arena para que todo salga bien.

Y no nos engañemos, todos los del párrafo anterior, puntos suspensivos incluidos, no son héroes. Son personas de carne y hueso que cumplen con su deber. Y lo hacen pese al miedo, por la salud de los suyos y por la suya propia. Aquí están, yendo a trabajar cada día, jugándosela. Y a mí me tiembla todo solo de pensarlo. No me gustaría estar en su pellejo. 

Ojalá esto sea un punto de inflexión, para que la gente se replantee su escala de valores, y la sociedad vea que hay que invertir más en Sanidad, Educación, Investigación...Y mejorar las condiciones en las que trabajan muchas personas. 

Creo que cada una de las personas que han fallecido ya y aquellos que morirán en las próximas horas, días, semanas (tal vez hasta meses) se merecen sentir, aunque sea desde arriba, que su muerte ha servido de algo. Se me saltan las lágrimas de imaginarme a toda la gente que está dejando sola este mundo, o sin la posibilidad de despedirse de sus familiares. En serio, se me hiela la sangre. 

Llamadas de atención así, a mí me ayudan a reflexionar más que nunca. Me planteo preguntas de las que quizá nadie sepa la respuesta, y otras que ni siquiera me atrevo a verbalizar.

Lo que me encanta es notar el calor del círculo humano con el que cuento, estén aquí en Salamanca capital, Guijuelo, Madrid, A Coruña, Plasencia, Irlanda, Peñaranda de Bracamonte, Roquetas de Mar...Sí, definitivamente razón tienen los que dicen que es en las malas cuando uno sabe con quién puede contar de verdad. Y cuántas ganas de miraros a los ojos a todos y sonreír, y abrazarnos, sin palabras ni nada, no creo que hagan falta.

Hablamos a diario del ánimo, del propio y del ajeno, de cómo están los demás y cómo nos encontramos nosotros. La verdad es que me encuentro bien, bastante animada, no os miento. Cuando no he estado bien lo he dicho también. No obstante, sería una inconsciente si en algunos momentos no sintiera algo de miedo por lo que está pasando (y lo que pueda llegar a pasar). Otros simplemente tengo mis momentos de bajón. 

Ayer recurrí de nuevo al blog de Lola Ortiz, Un rincón maravilloso, buscaba un texto con el que me sintiera identificada, sin que específicamente hablara del COVID-19. Y rebusqué hasta dar con uno que encajaba con lo que quería, del 28 de septiembre de 2019:

Creo en los detalles, en los pequeños detalles. Creo en las persinas que saben sacar tiempo de donde sea para acompañarte ese día que más lo necesitas. En quien sabe hacerte feliz. Creo en las ganas, en las prioridades y en el amor. En la ilusión y la felicidad. Creo en aquellos que saben ser cuando no pueden estar. Y en los que son todavía más cuando están. Creo en los sueños y en que se cumplen. Y en aquellos que se alegran cuando lo haces. Creo en quien marca la diferencia, en quien no falla y en quien demuestra con hechos y no con palabras. Creo en las sonrisas y en los abrazos. En las miradas de complicidad y en las lágrimas de emoción. Creo en cada paso que doy y en que lo mejor está por vivir.

Y de fondo, una canción que me gusta una barbaridad, El vals de Kairo, de Ara Malikian:


Creo en mirarse a los ojos, y sentir que las palabras sobran. Creo en la gente que es golpeada por la vida con dureza y sigue ahí, sobreviviendo y ayudando a otros a relativizar. Creo en la solidaridad del ser humano. Creo en la humanidad (bueno, en una pequeña parte de ella). Creo en la gente valiente. Creo en la gente que da igual las veces que tropiece, pero pone de su parte y se levanta (aunque cueste). Creo en el poder del tiempo, no digo que sea mágico, pero sí pone su granito de arena para suavizar. Creo en la gente que ayuda en lo que puede a otros.  Creo en las personas que hacen todo un poquito más fácil y, si te la "complican", es para bien. Creo en el poder del amor. Creo en los que no han renunciado a ser felices, sea cuando sea. Creo en la gente BUENA, con mayúscula. Creo en mi gente.

Imagen propiedad de Raquel Plaza. (Cerca de Casas del Conde, Salamanca)

miércoles, 25 de marzo de 2020

Esperanza: CORONAVIRUS día 11

Soy de las que ponen las canciones al final de las entradas (casi siempre), o en el medio (a veces). Voy a alterar el orden, hoy inicio esta entrada con música, un "chute" de esperanza con Alejandro Sanz. Él lo ha llamado "El mundo fuera", y gracias a mi amiga Soraya lo puedo compartir con vosotros...Todo un artista. 


¡Me ha encantado! Y es que mientras estemos dentro (de nuestros hogares) no tenemos por qué perder nada de nuestro mundo fuera. De hecho me parece que estoy invitando a pasar a mi casa cosas a las que antes, sin detenerme lo suficiente, no le había prestado demasiada atención. Además de todo lo que me aportan "los de casa." Es impresionante lo que puede llegar a arropar el cariño en la distancia. Lo importante que es el sentido del humor y la asombrosa capacidad de algunos para hacer a otros sonreír. Y lo necesario que es repetirnos a nosotros mismos, pero también a los demás, que vamos a poner toda la carne en el asador para no perder esta batalla. Por eso esta entrada pretende ser un canto a la esperanza, a pesar de estar rodeados por nubarrones considerables.

Otro amigo, Javier Hernández, me hizo llegar una convocatoria para colocar en los balcones/ventanas corazones de esperanza el próximo 27 de marzo, dentro de nada. El mío está en mi cabeza, solo me falta darle forma mañana y compartirlo con todos vosotros. Sé que hay gente mañosa, también otros tantos aburridos como ostras, y un pequeño grupito que a lo mejor se anima (más los que al leer esto piensen que no va con ellos). Aquí tenéis la idea, ¿os animáis?

Ayer acabé algunas tarjetas de Navidad que tenía a medias e hice otras. Al ritmo que voy, cuando termine el estado de alarma tendré hechas la mitad o más de las que suelo mandar. Tranquilos, aunque me han tentado, me parece que finalmente no las enviaré en primavera. Aunque pensado fríamente sería algo la mar de original. Os dejo una muestra. 


De momento sigo con mi cita diaria de grabar un audio de una poesía, algún fragmento de algún libro, un texto que me haya gustado...En definitiva, "algo" que tenga un "algo" especial, que a poder ser no deje a nadie indiferente, para bien o para mal. En el último recurrí a un texto publicado en Facebook por la cantante Rozalén. Dice así:

Cuando salgamos de esta voy a ir corriendo a buscarte.
Te explicaré con los ojos lo mucho que te echo de menos.
Ha comenzado una primavera quieta.
Mi estación favorita.
También, en un comienzo de primavera, hace 40 años se casaron mis padres.
Hay pájaros rondando las casas nido que colgamos de los árboles. Observo cómo seleccionan con su pico las ramitas.
La lluvia de estos días también es silenciosa y cala profundamente en la tierra. Y me cae el agua y el viento en la cara como si de oro se tratase.
He visto cómo se mueven las plantas del salón. Avanzan milímetros cada día.
Ahora es el dueño el que necesita del perro para gozar un ratito de Libertad.
Es el amo el que necesita de las caricias del gato para sentirse amado.
Somos aves enjauladas.
Yo soy de esas cobardes a las que le cuesta ponerse frente al espejo y observar.
He vuelto a coger la aguja y el hijo y he remendado mis telas rotas.
He mirado durante horas por la ventana.
Estoy volando leyendo...
He cocinado lento. Oliendo y probando cada ingrediente nuevo.
He llenado de aire cada parte de mi cuerpo.
Se paró la vida. A todos al mismo tiempo.
Y por primera vez soy consciente de las vidas quietas.
Hay personas a las que la vida se les para meses, años, décadas...
La vida te la frena una enfermedad, una pérdida, un accidente, un terremoto, un tsunami...
Una guerra...
Cuando salgamos de esta iré a ver a mi abuela, me pondré de rodillas ante ella y le pediré perdón por las veces que la descuidé.
Lloraremos y brindaremos por los que se fueron sin una despedida digna. Otra vez...
Cuando salgamos de esta amaré, sonreiré y defenderé con más decisión a los profesionales que nos sanan, que nos limpian, que nos ofrecen sus servicios, que trabajan por nuestro bienestar... Recordaré estos días y les miraré con gratitud.
Porqué será que siempre descuidamos al que cuida...
Cuando salgamos de esta no me enfadaré tanto con el que me dispara odio. Siempre hubo antihéroes. Pero ha quedado claro que somos exactamente lo mismo ante lo verdaderamente importante. Y no es momento... Es momento de construir y contagiar mis ganas de vivir y mi alegría.
Cuando salgamos de esta escribiré, compondré y cantaré más, porque he comprendido que muchos se agarran a las canciones como a una religión y que “somos tan pobres que sólo nos queda cultura y poesía”.
Y haremos cuarentenas por elección propia... Porque nuestros ritmos no eran sanos.
Porque la Tierra necesita tregua. Lo dice el ciervo en la playa, el delfín en el puerto, la cabra montesa en la plaza del pueblo.
Cuando salgamos de esta...
Cuando salgamos de esta...


Y voy a acabar con otra canción, de Rozalén claro, es lo que toca. Si la memoria no me falla, es la tercera vez que le hago un hueco, a la misma canción, aquí. 
VIVIR. Disfrutad la canción y digerid la letra...


martes, 24 de marzo de 2020

Volar: CORONAVIRUS día 10

Definitivamente a veces no es bueno alterar el orden de los factores. He tenido la feliz idea de ponerme a hacer unas tarjetas antes de escribir en el blog, y cada vez me acerco más a ver amanecer mientras escribo.

Reconozco que dibujar, hacer tarjetas en este caso, manualidades o lo que se tercie, son actividades que me encantan, me relajan y hacen que focalice mi atención en lo que tengo entre manos y no piense en otras cosas.

Están en proceso de secado (las tarjetas), porque algunas llevan unos cascabeles pequeñitos de colores pegados, si me acuerdo mañana os pongo alguna foto.

Desde mi casa seguimos viendo a parte de la familia de tórtolas, creo que están prolongando más su estancia en el barrio para hacernos el día a día más ameno.

Alguna vez se me ha pasado por la imaginación, pero cuando las veo mucho más, qué ganas de "volar." Ahora los pájaros vuelan en libertad y nosotros estamos "enjaulados." Aunque sana, lo tengo que decir...¡Qué envidia me dan! ¡Quién fuera pájaro!

Pero además me pongo en el lugar de personas que su día a día es no poder salir de casa, y qué suerte la nuestra sin saberlo. O sería más adecuado sin saber apreciarlo (hasta ahora). 

Los que me conocéis sabéis que soy una urbanita convencida, pero cada día que pasa tengo más ganas de estar en contacto con la naturaleza. No sé si esto será algo pasajero se mantendrá cuando acabe el estado de alarma. 

Me apetece pasear cerca del río mientras sopla el viento y las hojas otoñales lo inundan todo. Quiero estar bajo la lluvia, pero cuando llueva a cántaros, un día que caiga un auténtico chaparrón, y sin paraguas. Estoy deseando ver de nuevo el amanecer, sea en la playa o en la montaña. Me encantaría recorrer un bosque cámara en ristre, e ir captando todo aquello que maraville a mi sentido de la vista o al del oído.  También me gustaría mucho caminar a la orilla del mar, e ir notando cómo se hunden mis pies en la arena mojada. Querría ver "alfombras" de colores por las flores de la primavera...Y así una lista que tiende a infinito.

La imagen de hoy es de mi archivo personal, de una de las jornadas de anillamiento de pájaros a las que he ido con mi hermano. Se trata de un Martín Pescador, sujeto por el anillador. Tal vez se asemeje a cómo estamos nosotros ahora, bastante sujetos, pero con el convencimiento que nos queda menos para poder "volar."

Fotografía propiedad de Raquel Plaza Juan
No creo que vaya a añadir nada nuevo, por eso pido perdón, sé que empiezo a ser repetitiva, pero lo que me sostiene es el cariño y el amor de las personas con las que puedo contar. Y como siempre, eso se ve mejor cuando no vienen bien dadas.

Ayer fue un lunes extrañísimo, le sucedió lo mismo que al fin de semana, que no parecía lo que era, como me decía una mamá de Guijuelo, lo que está pasando ahora es como una película de ciencia ficción.

Y por muy raro que fuera, ya pasó.

Para mi audio diario di con unas palabras de mi querido Robin Williams:

"El día de hoy no se volverá a repetir. Vive intensamente cada instante, lo que no significa alocadamente; sino mimando cada situación, escuchando a cada compañero, intentando realizar cada sueño positivo, buscando el éxito del otro; y examinándote de la asignatura fundamental: el amor. Para que un día no lamentes haber malgastado egoístamente tu capacidad de amar y dar vida."

Williams hizo muchos personajes, alternando comedias  y papeles más dramáticos. Pero en mi retina estará siempre su interpretación en la película "El indomable Will Hunting." Si no la habéis visto, ahí dejo la recomendación.

Y hasta aquí hemos llegado hoy. A cuidarse y a aprovechar cada minuto. Buen martes. Recordad que volveremos a volar, sin fecha definida, pero lo haremos.

lunes, 23 de marzo de 2020

Calles vacías: CORONAVIRUS día 9

Anoche, mientras hablaba por teléfono, salí a la terraza buscando un poco de aire, y como le dije a la persona con la que estaba hablando, es la primera vez en mis 37 años de vida, que veo completamente vacía la avenida. Nadie por la calle, ni un solo coche circulando. Solo cuatro gatos asomados a la terraza (como yo), o tras los cristales de sus ventanas. Es una de las cosas que se me está quedando en la retina.

Intento ver los menos vídeos posibles sobre el coronavirus, aunque no es nada fácil abstraerse pasando las 24 horas del día sin pisar la calle, metida en casa. Celebro que los míos y yo sigamos estando bien, y con eso debería bastar.

Sigo haciendo mi particular repaso en imágenes a viajes/escapadas anteriores, las fotos ayudan mucho.

No me preocupa en exceso el anuncio de Pedro Sánchez, porque estoy convencida que es solo una etapa más. En cualquier caso, estamos más cerca de alcanzar la "meta."

Ayer lo que más tiempo me ocupó fueron tareas relacionadas con el colegio...Eso y la música, dibujar y leer. Estos tres últimos son pilares importantísimos para llevar mejor el confinamiento. Bueno, en realidad juegan un papel relevante en mi vida "normal", y ahora tienen más peso todavía. Es curioso que luego en el sistema educativo la Educación Artística (Plástica y Música) y la Educación Física tengan tan poquito peso. La de paseos sin mirar el reloj que voy a dar cuando pase esto, sea el mes que sea.

Y como la vida sigue, aunque en ocasiones no nos de esa impresión, hoy es el cumpleaños de alguien muy especial, de una de mis niñas del Fili de Guijuelo. Iris ya va a soplar doce velitas...Desde aquí, aunque luego hablaremos, me voy adelantando para desearte un cumpleaños feliz, muy feliz, aunque sea completamente diferente a todos los anteriores. 

Lo bueno de tener tiempo, es que puedo dedicarme a cositas que dentro de la rutina habitual no tendrían cabida, porque no me sobra tiempo, sino que suele faltarme. El dibujo número 7 de la SERIE COVID-19 también tiene dueña ya. Os lo enseño antes de haber escrito una dedicatoria y haberle dado los últimos retoques. Ya, por pinturas no va a ser...¡Vivan los colores!



Siguiendo con el audio diario, ayer elegí un fragmento de un libro fabuloso para la vista y cuyo contenido me encanta.  A mis alumnos de Guijuelo del curso pasado les resultara familiar, a algunas amigas también. Es "Descubre el secreto para ser feliz," escrito por Nicola Edwards y Katie Hickey, de la editorial Cubilete.



En el texto aparecen muchos ingredientes de la felicidad, escogí esta parte:

DESCUBRE. Explorar lo que nos rodea es de las mejores cosas de la vida. ¡Qué alegría descubrir una mariposa o una flor que no conocías! ¡Abre bien los ojos, que el mundo está lleno de tesoros! Mira a tu alrededor e intenta descubrir algo completamente nuevo.

HUELE. Cuando algo nos preocupa, nos perdemos sensaciones maravillosas, como el olor de los pinos, del romero, del tomillo...o el de la tierra mojada cuando ha llovido. ¿Hay algún olor que te haga sentir o te recuerde algo especial?

QUIERE. ¡El calor de un abrazo puede hacer maravillas! La felicidad crece con una simple sonrisa, con una pequeña caricia...¡Hasta los árboles más altos nacen de una diminuta semilla! ¿Hoy le has regalado una sonrisa o un abrazo a alguien?

Hoy voy a hacerme esa última pregunta al final del día, a ver si así regalo más sonrisas y comparto menos preocupaciones.

¡Ah! No quiero dejarme la nota musical en el tintero, de la BSO de La, la, land.



Os deseo un buen lunes. Algo bueno tenemos, no va a ser un lunes al uso. A mí los lunes generalmente no me gustan nada de nada, se me hacen cuesta arriba.

Entre las mejores enseñanzas de esta historia del COVID-19, me quedo con el cariño de personas con nombre y apellidos, con las que disfruto compartiendo momentos, sean para echarnos unas risas, sincerarnos (qué especial es poder confiar en alguien), o lo que toque, según el día.