lunes, 12 de marzo de 2018

Carta abierta a los padres de Gabriel Cruz

Queridos Patricia y Ángel:

Os resultará extraño que una persona que no os conoce de nada, os escriba. Disculpadme el atrevimiento. No obstante estoy segura que soy una de las millones de muestras de cariño que estáis recibiendo en estos momentos tan amargos.

No aspiro a que vosotros lleguéis algún día a leer esta carta, en realidad es una botella lanzada al mar, precisamente ese mismo mar en el que ya descansa vuestro amado "pescaíto."

Creo que no soy la única a la que ayer le dio un vuelco el corazón al escuchar que habían detenido a una persona (no pienso poner su nombre porque no se merece publicidad de ningún tipo) y que había aparecido el cadáver de vuestro hijo.

He de confesaros que no soy madre pero, tengo la certeza de serlo algún día. No puedo imaginarme, ni remotamente, el dolor indescriptible que debéis estar sintiendo en estos instantes con la pérdida de Gabriel. De hecho si intento ponerme en vuestro lugar, supongo que sentiría una pena infinita y que me han arrancado lo mejor que una persona puede tener en esta vida, que no es otra cosa que otra vida.

Soy maestra. Con frecuencia recrimino a mis alumnos que no están pendientes de lo que pasa en el mundo, que no ven las noticias. Pues hoy es una excepción, la desaparición de vuestro hijo no los dejó indiferentes ni mucho menos todo lo que aconteció ayer. He sentido una tristeza enorme al ver el odio infinito, la violencia y el rencor que destilaban sus palabras esta mañana hacia la asesina de Gabriel. De hecho estuve hablando con ellos para tranquilizarlos, con la convicción de que la violencia no es la solución y el peligro tan grande que entraña que nuestras palabras o actos sean fruto del odio. A todos los que lean mis palabras, escritas con el corazón, humildemente os pido que tratéis de no dejaros arrastrar por el rencor, es muy mal compañero.

Y en este contexto llego a mi casa y veo tus primeras declaraciones Patricia, después de todo lo que sucedió ayer. Y no puedo hacer otra cosa que quitarme el sombrero, sí, tal cual. Cuánta bondad, cuánta cordura, qué inteligencia, qué entereza (aunque la procesión vaya por dentro). Reconozco que el otro día no atendí a vuestra petición de inundar las redes sociales de "pescaítos." Mi corazón quería, lo anhelaba con todas sus fuerzas, creer que vuestro hijo seguía vivo. Pero mi cabeza pensaba en los días que habían transcurrido desde su desaparición, y ahí, en ese punto, se apagaban mis esperanzas. No sabéis cuánto me habría encantado haberme equivocado.


Imagen propiedad de Raquel Plaza Juan
Como si esto no fuera suficiente lección. Sí Patricia, vaya lección de humanidad estás dando al mundo, a ese mundo que tanto ha buscado, rezado y soñado que Gabriel regresara a casa sano y salvo, descubro poco después que vosotros sabíais que ella era la principal sospechosa. A ambos, gracias por esa sangre fría para disimular ante todos, especialmente ante ella, albergando la esperanza de ablandarla, que se derrumbara y confesara dónde estaba Gabriel. Quizá esa templanza, digna de admiración, no haya logrado el resultado que esperabais. Pero al menos, aunque de ningún modo sea consuelo equiparable a la pérdida sufrida, podéis enterrar a Gabriel. Esto es algo que padres como los de Marta del Castillo no han podido hacer, pese a tener a su asesino entre rejas.

Me encantaría que mañana las noticias de los medios abrieran con vosotros como titular, con la respuesta de la gente hoy en la capilla ardiente, con todos esos voluntarios y profesionales en rastrear lo que hiciera falta para dar con su paradero, con esa gente buena, como vosotros dos, que ha hecho piña ante una desaparición y pérdida que nos ha dolido a todos. Por cierto, todo mi reconocimiento para los distintos cuerpos de seguridad del Estado (Guardia Civil, Policía Nacional...) que han removido cielo, mar y tierra hasta que han dado con Gabriel. 

Espero que podáis despediros de vuestro hijo como prefiráis y, aunque lo más duro empieza mañana, que sintáis, aunque sea en la distancia, que no estáis solos y cada uno intenta arroparos de la mejor manera que puede o sabe. Claramente esto no va a disipar ni una gota de vuestras lágrimas y quizá no calme ni un ápice de ese dolor infinito que no sé si será soportable.

Gracias infinitas por ese ejemplo que nos estáis dando como padres y, ante todo, como personas. Desde los kilómetros que separan Almería de Salamanca, os mando un abrazo caluroso, apretado, de esos que intentan, aunque a veces no puedan, reconfortar al que lo recibe.

Gabriel, DEP. Esa sonrisa pura y esa dulce mirada permanecerán en nuestros corazones.

Raquel Plaza Juan

No hay comentarios:

Publicar un comentario