Hace dos días, se conmemoró en España, el "Día de Todos los Santos". Fecha marcada en el calendario español para recordar a nuestros fallecidos. Una de las tradiciones es visitar los cementerios y poner flores en las tumbas de los que ya no están. Y alrededor de esta fecha, la Dana arrasa parte de España, especialmente localidades de la Comunidad Valenciana, y de momento, lleva ya la escalofriante cifra de 217 muertos. Si bien esta cifra me pone la carne de gallina, intuyo que se va a disparar cuando logren acceder a todos esos garajes, todavía cubiertos de lodo, e inaccesibles por todo lo que la Dana arrastró a su paso. Y no soy yo de dar mi opinión en términos políticos en este lugar, pero hay algo dentro que me quema. No va a pasar, lo sé, pero en voz alta lanzo mi deseo de ver dimitir a todos los ineptos políticos que nos rodean. Los cuales han demostrado, una vez más, no estar a la altura de las circunstancias ni de las personas a las que representan. No estoy pensando en gente de un único partido político, sino de varios. Una lástima que no vaya a suceder, por pedir, que no quede. Aunque no sirva de mucho, envío desde aquí un abrazo virtual a todos los afectados por la Dana de las localidades de Valencia, Albacete, Cuenca y Málaga. Mucho ánimo a los que han logrado sobrevivir, especialmente con muertos en su entorno, porque ahora iniciáis un duro camino de reconstrucción a muchos niveles. Ojalá ninguno se sienta solo en estos momentos tan duros. Y para los muertos, que puedan ser enterrados/incinerados cuanto antes, y sus familias puedan despedirlos como deseen. Espero que logren recuperar todos lo cadáveres. Reconocimiento especial a la solidaridad de la gente que ha prestado su ayuda físicamente o de cualquier otra forma, porque toda ayuda es poca en una catástrofe tan inmensa. ¿Aprenderemos algo esta vez? Dejo en el aire la pregunta.
Volviendo al 1 de noviembre. tengo muchos abrazos para dar y enviar. Y me gustaría que llegasen a todos los que lloráis, a día de hoy, por la falta de algún ser querido, fuera cual fuera el lazo que os uniera a esa persona. No por haber sido 1 de noviembre vais a haber llorado más. Da lo mismo el tiempo que haya pasado, el hueco que dejan los que se marchan nada ni nadie lo puede reparar. Ese dolor es eterno, omnipresente. Creo que lo único que varía es la intensidad, según el momento vital en el que cada uno se encuentre. Insisto, no nos han enseñado a hablar de la muerte con naturalidad, a afrontar la propia y la ajena con la mayor dignidad posible, a tener escudos para protegernos de esa avalancha de dolor, falta de aire y nudos en el estómago. Algo que hace que se te remuevan hasta las entrañas. No creo en las promesas a los muertos, esas que se hacen antes de perder en este mundo su presencia, física al menos. Los muertos no opinan, los muertos no votan, los muertos no deciden. Y los muertos no deberían condicionar nuestras decisiones, pensando que ellos actuarían de otra manera o no estarían de acuerdo con nuestra forma de obrar. El día que yo me muera, ojalá falten muchos años para que esto suceda, no me gustaría que ninguno de los míos actuara "como a Raquel le habría gustado", ni en broma. Porque desde el día en el que falte de este mundo, mi único deseo, si pudiera verlo, es que los míos sigan su vida con la mayor normalidad posible, y procuren ser todo lo felices que pueda, implique lo que implique. Y jamás interpretaría eso como una falta de respeto ni a mí ni a mi memoria. Como dije antes, aprender a vivir sin alguien a quien amabas (un padre, un hijo, una pareja, una amiga...), lleva consigo una profunda reconstrucción personal. Y aunque tengamos las mismas mimbres, la cesta que nos va a salir desde que se inicia un duelo, es radicalmente distinta. Digo inicia pero no hablo de fin, el duelo nos acompaña siempre. Desgraciadamente no tiene final, no se atisba en ningún momento. Sí me parece necesario y saludable darse cuenta de eso, y que no nos provoque un dolor extra. Y la vida puede y debe seguir, lo digo porque lo sé, lo he vivido y sigo en ello.
Los que me conocéis bien sois conscientes del fallecimiento más doloroso que me ha tocado vivir, el de mi padre. Todos los días, sin excepción, me acuerdo de él. Está muy presente aun sin estar. Afortunadamente ese recuerdo no va siempre acompañado de lágrimas. Estuvo presente en casi 41 años de mi vida. Y "solo" tengo 42, cumplidos el 21 de agosto, por lo que tuve la suerte de compartir una barbaridad de tiempo con él. Puedo hablar de él sin emocionarme, no siempre, y hacer que siga "vivo" a través de esos recuerdos. Esta vez no he visitado su tumba en estas fechas. Lo haré más adelante, el día que quiera y como yo quiera, probablemente sin avisar a nadie, porque para ir allí no necesito compañía, y no me apetece dar lástima y no voy a pedírselo a nadie. Voy yo, y punto. Y si lloro pues lloro, y si sonrío, perfecto también. Cada cual lleva sus duelos personales como puede. En mi caso he tratado de gestionarlos con la mayor naturalidad posible, sin esconder lo que siento, aunque tampoco lo pregono. Y menos todavía a medida que pasan los meses. Porque el 2023 se me hizo eterno, y ya a partir de el tsunami del 1 de agosto ni os cuento. Pero este 2024 se está esfumando a velocidad de la luz. Eso no quita que también me haya puesto a prueba. No hay un porqué, me ha tocado, y punto. A prueba puso, pone y me da en la nariz que seguirá poniendo, mi paciencia, valentía, entereza...Mi capacidad para darme un leñazo contra el suelo y levantarme, intentando continuar de la mejor forma posible, aunque no disponga de un manual ni hoja de ruta y me limite a seguir mi intuición, sea acertada o no. Porque no siempre doy en el clavo, ni mucho menos. Soy consciente de mis "despistes", mis errores, mis meteduras de pata. Seguramente no de todas, pero sí de la gran mayoría.
Da igual si no habéis visitado la tumba de los vuestros por el 1 de noviembre. La tumba, el espacio en el que guardéis sus cenizas o el sitio en el que decidierais depositarlas. No hace falta ir a un sitio concreto para sentirlos cerca. Si alguien lo necesita y/o le reconforta, normal que vaya, sin importar la fecha. Su vacío nos acompañará siempre, pero que eso no nos impida tomar decisiones, incluso cambiar de opinión. Que no nos frene ni nos paralice, sino que sirva de impulso para continuar con nuestra vida. Insisto en esto porque sí, la vida, la nuestra, sigue su curso, y hay que seguir caminando, pensando, decidiendo, actuando...Recordemos a los que se fueron como queramos, cada cual a su estilo, y cuidemos más de los vivos, de los que nos acompañan, arropan, escuchan, consuelan, ayudan, acarician, abrazan...Los que están aquí y ahora. Realmente la vida es solo un ratico, como el título de una canción de Juanes. Precisamente por eso, exprimamos ese ratito acompañados por aquellos que mejor nos hacen sentir, los que más nos aportan, los que mejor nos entienden, aquellos que saben escucharnos y encuentran lo más adecuado para decirnos en cada situación. Las personas que más cómodos nos hacen sentir, las que más respetan cómo somos y se alegran de tenernos en sus vidas.
Espero que nada ni nadie se sienta olvidado. Procuro no olvidar, incluso a personas que ya no tengo en mi vida por elección propia. No le deseo mal a nadie, ni siquiera a algunos personajes que hace algún tiempo me las hicieron pasar canutas. El mundo está repleto de miserables. No les deseo nada malo, siempre digo que me conformo con que en algún momento den con alguien que los trate igual que ellos a mí, sería un dulce escarmiento. Afortunadamente, las personas que sí valen la pena compensan a los anteriores con creces. Y de esas, de las que valen la pena tener en mi vida, tengo muchas. Quizás decir muchas sea un atrevimiento, rectifico y digo "suficientes".
Feliz recta final de año a todos. Atesorad cada momento agradable, alegrías cotidianas, gestos de amor, amistad...Aquí no se viene a sufrir (nos toca a todos, a unos más, a otros menos), se viene a intentar seguir adelante con todo lo que la vida, el destino o en lo que creáis, nos vaya poniendo delante de nuestras narices. Fácil no es, pero imposible tampoco. No sé qué más tiene que suceder para que valoremos de una santa vez, aquello que de verdad importa. Aquellos que de verdad importan.
Y con estas reflexiones, acertadas o no, afrontaré noviembre, un mes que no me gusta un pelo porque se me hace muy largo, noto mucho el cambio de hora y ver que antes de las siete de la tarde es de noche me resulta deprimente. Pero aquí estamos, disfrutando de la paleta de colores que nos regala cada otoño, de la gente bonita por dentro y por fuera, y de lo mágico que es tener personas con las que poder decir cualquier cosa (o casi), en voz alta. Deseo que noviembre, si trae noticias, del tipo que sean, sean buenas. Más sobresaltos en los que queda de año, no, por favor. Y si vienen, que me pillen acompañada.
Imágenes propiedad de Raquel Plaza Juan. |
Emocionante tu relato 🥰
ResponderEliminarMuchas gracias 🤗
EliminarComo siempre, al leerte se me pone carne de gallina. Gracias por todas tus palabras. Un abrazo grande.
ResponderEliminarSeas quien seas, muchas gracias por tus palabras, de corazón. Me hace mucha ilusión saber que a alguien, al leer lo que escribo, se le pone la carne de gallina.
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