miércoles, 17 de septiembre de 2025

La muerte, la vida, "bárbaros" y...aquí estamos

Aquí estamos atravesando septiembre, y aunque parece que llegó antes de ayer, ya es 17. Y noto que va cuesta abajo y sin freno. Solo sé que veo lejanísimos los días que logré escaparme de la rutina y ver el mar, aunque no lo catara. Y eso pasó a  finales de agosto, pero si lo pienso parece que lo he soñado y ha llovido una barbaridad. Añoro esos días 24/7 en la mejor compañía, comiendo rico, descubriendo rincones preciosos de la geografía española y reencontrándome con sitios a los que deseaba volver. Lugares que al verlos de nuevo me removieron por dentro, y me emocionaron por fuera también. No se puede tardar tantísimo en revisitar sitios tan especiales.

Empecé septiembre con cieta inquietud y pocas ganas. Cuesta volver a funcionar tras unas vacaciones extensas. Muy descansada, sí, no lo voy a negar, pero con pocos viajes, algo que remediaré en cuanto se pueda. Y para eso soy muy afortunada, porque no necesito esperar hasta el verano. Ni tampoco a que llegue el invierno.

Ahora ya es otra historia, el lunes comenzaron las clases en los institutos. Como sabéis estoy compartida, poniendo un pie en el Venancio Blanco y otro en el Francisco Salinas. Lo bueno es que un par de días pongo los dos pies en uno solo, y es de agradecer. Aprovecharé al máximo lo que pueda aprender en esta nueva aventura. Hoy salí feliz, tal cual. Motivo principal: mis alumnos. Segundo día de clase con ellos en el Salinas. El verano, de momento, les ha sentado fenomenal, me están sorprendiendo gratamente.

Tengo caras nuevas y otras ya muy conocidas, y esa combinación me gusta, aunque no ha estado en mis manos elegirla. No sé cuánto les durarán las ganas, por eso disfruto el momento y punto. Por si las moscas, tocaremos madera.  Dure lo que dure, hacía mucho tiempo que no disfrutaba tanto en clase y me sentía tan cómoda. Eso es aplicable al alumnado de 1º y al de 2º de la ESO. Y me apetecía ponerlo aquí, porque hay que reflejar lo bueno también, no solo quejas y lamentos. Ojo que a mí siempre me pesa más lo positivo, pero hay días que lo negativo hace que tengas un día, o más, cruzados.

La próxima semana se sumará el apoyo a los de desconocimiento de español y, en breve en el Venancio, participar en el "aula abierta" y apoyos de varios tipos. La verdad en ambos institutos estoy ilusionada, de manera diferente, pero ilusionada. Soy prudente ante lo desconocido y lo conocido me aporta cierta calma, que viene de perlas. A mí los días entre el 1 y el 15 de septiembre me resultan tediosos y complicados de digerir, prefiero la "marcha" de la rutina diaria de clases. No obstante suele ser de todo menos rutinaria. Nunca sé qué puede pasar, quién me va a dejar ojiplática, con cuáles saltaré como si tuviera un resorte, quién me arrancará más de una sonrisa o qué personas harán que me muerda la lengua o, como yo digo, hasta el alma. Me he propuesto bajar de volumen, es complicado, pero lo intentaré. Llevo muchos años hablando, dentro y fuera de los centros educativos, como si de pequeña me hubiera tragado un altavoz. Y pensando en los demás y en mí misma, voy a ver si soy capaz de hablar más bajito. Fácil no va a ser.

Y en este contexto, ayer estuve en un velatorio y a continuación en un funeral. Llevaba yo gran parte del verano reflexionando sobre mil cuestiones, relacionadas con la vida y con la muerte, con la permanencia y con el cambio. Y pensaba, una vez más, en lo poco que hablamos de la muerte a lo largo de la vida. En la solemne estupidez de parecer un tema tabú y tocarlo de refilón o ni tratarlo. En el error de creer que no existe porque no se hable de ella, o restarle importancia. Y estamos muy confundidos, la muerte está presente en muchos momentos de la vida. En ocasiones avisa, otras no pregunta y...¡zas! zurriagazo del destino al canto. Y te quedas como tonta, descolocada, desarmada, indefensa, frágil, débil...Te sientes pequeñita, diminuta, te puede costar dormir, comer y hasta caminar. Puedes llorarlo todo o guardártelo dentro. Optas por afrontarlo sola o compartir el dolor del duelo y sus etapas. Buscar ayuda externa o decidir que tú puedes sin nadie más. Y creo que nunca nadie se recupera por completo de la pérdida de un ser amado, llamadlo padre, madre, marido, mujer, pareja, hijo, amiga o familiar de primer grado. Como tengo comprobado que hablar de mi duelo, mi dolor y mis ideas sobre tratar con mayor frecuencia y naturalidad el tema de la muerte me ayuda, y puede que ayuden a otras personas, hoy era el momento de lanzarme a escribir aquí. Como soy muy bruta, a pelo, sin guion ni esquema alguno, según lo que quiero reflejar va viniendo a mi cabeza y saliendo en forma de palabras al ritmo que mis dedos teclean en el ordenador. 

Lo repito mucho, pero una de las cosas que peor llevé cuando falleció mi padre, de eso hace dos años, un mes y dieciséis días, era que la gente me preguntara qué tal estás. Sé que la mayoría lo hacían con buena intención, pero a mí me dolía un montón, era como meter el dedo en la herida. En una herida que a día de hoy no se ha cerrado ni lo hará. Simplemente continúo aprendiendo a vivir con ella, y no tiene el mismo tamaño que al principio, pero va a seguir abierta, sin que eso me quite el sueño. Cuando alguien amado muere, "asumes" (es un decir, lloro solo de escribirlo), porque no queda otra, que no vas a poder disfrutar de tener contigo a esa persona. Que no vas a escuchar su voz (a mí me encanta, a la par que me duele, escuchar un audio muy breve de menos de medio año antes de morir mi padre), olerla, quererla, reírte con esa persona, escucharla cantar, saludar a la gente, rezongar, o sentirla cerca, aunque sea en silencio. Vas a dejar de oler la colonia que usaba en su piel, y aunque te la eches, no huele igual, te recuerda a esa persona, pero tiene un matiz distinto. Y no vas a contarle igual las cosas buenas que te pasan, lo que te preocupa o las "penas", al menos no teniendo esa presencia física. Todo cambia. Todo duele. Duele ver su ropa, porque era suya y no va a volver a ponérsela. Por una parte deseas que desaparezca toda esa ropa de un chasquido, y por otra te gustaría guardarla con mimo, como si con eso lo sintieras un poco más cerca. Con las fotos depende, a mé me consolaban bastante, porque me hacían rememorar momentos felices, pero también eran un baño de dura realidad, asimilar que no va a haber fotos nuevas que "congelen" momentos felices. Y me sentía inmensamente afortunada, por la barbaridad de años compartidos con mi padre; y una completa desgraciada, porque él ya no está, y no hay vuelta de hoja. Nuestra permanencia en este mundo es finita, es limitada. Somos instantes. De repente desaparecemos y dejamos de pasear por el barrio, viajar, leer el periódico, abrazar, besar, regar las plantas, sentarnos a la mesa en familia, ir de compras...Es verdad que los que nos rodean y nos quieren ayudan a que el duelo sea un pelín menos duro. Y algunos "aciertan" y otros meten la pata hasta el fondo, Pero entrecomillo aciertan por lo complicadísimo que me parece acertar. Antes de fallecer mi padre creo que soy yo la que no habrá estado lo presente que debería ni actuado de la mejor forma ante muertes de personas muy próximas. Seguramente me han faltado funerales a los que debería haber asistido, velatorios en los que tenía que haber estado más tiempo o solo estado y mensajes, llamadas o quedadas que no llevé a cabo. Desde el 1 de agosto de 2023 veo las cosas de otra manera. Pasar por ese dolor infinito, y sin esperarlo, me parece que me ha ayudado a entender mucho mejor el dolor de los demás ante una pérdida. Lo que no quita que puede que no siempre esté atinada.
Ayer, acudí a un funeral, por extraño que parezca, hasta que no estuve dentro de la iglesia del San Carlos Borromeo no me percaté. Era el primer funeral al que iba allí tras la muerte de mi padre. Pasé un par de minutos de perros en los que me faltaba el aire, estuve tentada de salir pitando, no lo hice. Respiré y me quedé, aunque eso supusiera revivir en parte su funeral allí. Antes, cuando estaba pendiente de la web del tanatorio para ver en qué sala estaba la persona fallecida a cuyo velatorio quería acudir, solo pensaba: por favor, que no sea la sala 9. Dentro de la tristeza del momento, no fue en la misma sala. Y eso que me faltan dedos de una mano para contar los velatorios a los que he ido allí desde esa fecha imposible de olvidar. A bote pronto diría que en estos dos largos e intensos años, habré ido al menos a seis, aunque paso de hacer tan doloroso recuento, con la cifra aproximada basta y sobra.
Y entre unas vivencias de esta quincena larga de septiembre y otra, he disfrutado, con mayúsculas, por segundo año consecutivo, de las Fiestas del Cristo en San Esteban de la Sierra. Hasta hoy he estado catatónica, no soy yo fiestera. Además pese a considerarme ave nocturna, no soy de trasnochar si de fiestas se trata, pero lo de San Esteban es una excepción. Me lo he pasado infinitamente mejor este año que el pasado. Me siento incómoda cuando soy la nueva, la desconocida, y no "controlo" el lugar ni sus tradiciones. Y eso que el año pasado, los amigos del responsable, dicho con mucho amor, de estar yo por esos lares, me lo pusieron muy fácil. Entre fiestas  2024 y la edición de 2025, he coincidido con ellos en bastantes ocasiones, por lo que ya no era la novata, la que estaba en "periodo de prácticas" como digo yo. Espero haberlas superado, ja, ja, ja, Y si no, es lo que hay. He intentado adaptarme, en la medida de mis posibilidades, y exprimir cada minuto. He bailado mucho más que el año pasado, y no hay ni punto de comparación a lo que me he reído esta vez respecto a la primera. No sé si lo leerán ellos, "Los Bárbaros", porque no lo escribo aquí para que lo lean, sino porque tenía ganas de escribirlo, pero estoy muy agradecida por cómo me recibieron y cómo me tratan siempre. Y eso que lo rural no es mi terreno, y sigo siendo más urbana que "El Corte Inglés". Cada cosa, su espacio y su tiempo. De corazón, gracias, y ojalá pueda disfrutar a vuestro lado, especialmente al lado de mi "bárbaro" preferido, de vuestras fiestas, muchos años más. A las que ya voy sintiendo un poco mías, porque es así. Y entre comida deliciosa, cariño, "castillos", música, amistad, bordados serranos, bailes, nueva sede para la peña, avispas matadas a golpe de cuchara, y cuesta arriba y cuesta abajo, despido esta entrada, que tiene como siempre, mucho de mí, para algo soy yo la autora, y mucho de aquellos a los que me encanta tener en mi vida en unas partes u otras.
Vamos a disfrutar la vida, a tratarnos bien, a cuidar a los que queremos, a no callarnos, y a recordar la importancia de estar aquí, vivos, sin más, sin grandes problemas, y con sueños posibles, del tipo que sean. Buenas noches.


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