viernes, 4 de octubre de 2019

Día Mundial del Docente: cambiando vidas

Hace tres días, una compi de estudios del ISPE, compartió en Facebook unas palabras de la web "Ayuda para maestros." Se acordó de mí y me etiquetó...¡Gracias!

Esta es:

Desde que la leí pensé, estas palabras tienen que estar en el blog. Y son las que me han dado pie a escribir esta entrada. Ellas y que mañana, 5 de octubre, se celebre el Día Mundial del Docente. He intentado unir las dos para darle forma a lo que estáis leyendo. Gracias a un amigo que me recordó la celebración de mañana. Pese a que a diario escribo la fecha en la agenda, a veces no sé ni en qué día vivo...¡Muchas gracias!

Si soy sincera, al leer lo de "Me prometí cambiar vidas y tengo una de las mejores profesiones para hacerlo", vinieron a mi cabeza imágenes de muchos niños, niñas y adolescentes que han sido alumnos míos en algún momento. Pero no solo de ellos, también de compañeros y papás y mamás. La verdad es que nunca me prometí cambiar vidas ni nada que se le aproxime, no elegí ser maestra para esto ni creo tener ese poder. No obstante, soy consciente que es una de las maravillosas consecuencias de esta preciosísima profesión (con preciosa me quedaba corta). En cierta manera sí, a veces, en contadas ocasiones, podemos llegar a cambiar vidas. Y si no las cambiamos, al menos creo haber influido, aunque sea mínimamente, en la vida de algunas personas. Me gustaría pensar que cuando esto ha pasado, ha sido para bien. Si varío un ápice la vida de alguien, que sea para sumar algo bueno a su vida, para que me recuerden con alegría o, en los mejores casos, haberlos haylos, para que sigan en mi vida y yo en la suya. 

Aunque voy a darle la vuelta a la tortilla, son ellos los que han cambiado mi vida. Sí, afirmo alto y claro que hay alumnos (de la edad que sean), padres y madres de alumnos, compañeros, y otras personas alrededor de la docencia que no son profes, que me han cambiado. Me encanta empaparme de lo bueno que la gente tiene, descubrir la parte especial de cada persona y, una vez que conoces esa parte (no suele ser fácil de ver), disfrutar de la luz que desprenden.

Quiero pensar que me han hecho más tolerante, más paciente (muchísimo más de lo que era) y desde luego, han ampliado las ventanas por las que veía el mundo. Me han enseñado a no juzgar, a cambiar mi manera de ver muchas cosas y a darme cuenta de lo afortunada que soy por dedicarme a la docencia. Desde que empecé a estudiar en la universidad, incluso antes, lo que ansiaba era poder tener una profesión que me gustara. No es que me guste, es que me apasiona, no muchas personas pueden decir que su trabajo les apasiona, soy consciente de la suerte que tengo. Tal vez diría lo mismo si me hubiera dedicado a el Periodismo (en concreto la radio) o la Enfermería. Iba a haber puesto Psicología, pero me parece que para la docencia hace falta una barbaridad de Psicología, aunque en muchos casos brilla por su ausencia (qué lástima).

Además de la enumeración anterior, las personas que he conocido gracias a la docencia, han conseguido que me sienta especial, muy especial. Lo repito hasta la saciedad, pero es la pura verdad, y me han hecho un regalo impagable: su confianza. Sé que tengo parte de la culpa de esta confianza, porque doy pie a que se abran, eso implica estar dispuesto a escuchar y, sé de sobra que no es lo mas habitual entre profes y maestros que, y lo respeto, optan por mantener bastante distancia e implicarse poco con las familias de los alumnos. Lo respeto, pero no lo veo así. A mí me ayuda saber cómo son mis niños, niñas y sus familias, a la hora de hacer mejor mi labor. Si sé qué pasa, es más sencillo saber cómo actuar para que en el aula (y fuera de ella), todo marche lo mejor posible.

Por eso, aprovecho que estamos a un par de horas del Día Mundial de los Docentes, para dar una vez más las gracias, a los que suman en mi vida. Gracias a esos alumnos, de antes y ahora, por lo mucho que me han dado y el cariño tan bonito que me demuestran. Podría escribir un libro solo con los detallazos que ellos han tenido conmigo y los siguen teniendo. Os quiero hoy, os quise ayer y os seguiré queriendo, gracias por ser mi motivo para sonreír cuando voy a trabajar. También habéis provocado enfados, me habéis dado disgustos y a veces me he sentido fatal con el trato que me dispensabais, pero quiero creer que era parte del camino del aprendizaje que estábamos recorriendo juntos. Es muy bonito conseguir "algo", lo que sea, después de un gran esfuerzo, así las cosas saben mejor, las recompensas se saborean más.

Compañeros, con vosotros no paso tanto tiempo como con mi alumnado, pero he tenido la suerte de toparme con algunos profesionales como la copa de un pino. Y, de cuando en cuando, con bellísimas personas, que igual que los alumnos, tienen un hueco en mi vida, porque me encanta que formen parte de ella.

Y esta vez dejo para el final a los papás y mamás. Desgraciadamente sigo viendo que vuestra voz no se os escucha suficiente en las aulas. Compruebo también con disgusto, las pocas veces que os animáis (o atrevéis) a alzar la voz cuando lo que veis no marcha como deberíais. El colegio debe daros más oportunidades, no podemos pedir vuestra colaboración y luego no escucharos, no tiene sentido. Gracias a los papás y mamás que son generosos, a los que comparten y apuestan por explicar qué pasa en su casa, qué les inquieta sobre sus hijos y me ayudan a entender cómo es cada uno de mis alumnos. Sin vosotros mi profesión tendría un plus de soledad espantoso. Adoro haber compartido barco con un grupo importante de vosotros. Y, cómo no, disfruto e intento cuidar las pocas amistades que, con muy pero que muy poquitos, han surgido en estos más de once años y medio dedicados a la docencia. A este grupo chiquitito pero maravilloso, gracias por todo eso, por arriesgaros y apostar por mí, por cruzar barreras una vez que dejé de ser la maestra de vuestros peques (o no tan peques). Siento un cariño inmenso, inconmensurable, difícil de explicar y quizás más difícil de entender, pero me da igual, con que lo entiendan los implicados, basta y sobra.

A todos los docentes, os deseo, seáis profes o maestros, un día muy feliz mañana 5 de octubre. Aunque lo que de verdad importa es el día a día en las aulas y las horas que le dedicamos en casa, no suelen ser pocas por cierto.

Sé que tengo la profesión más bonita del mundo, y no mucha gente corre la misma suerte.

Disfrutad de la magia de la docencia, que es capaz de abrir puertas donde antes había muros. 

Compañeros...¡Felicidades!

Termino con una frase en internet, la he encontrado en Pinterest. Precioso el contenido pero las tildes brillan por su ausencia: día, jóvenes y vocación, así deberían estar. Ah, y el signo de admiración también al principio de la oración, no únicamente al final.


Y que siga teniendo a alumnos que me saludan por la calle, que me abrazan, me dicen que me echan de menos, me felicitan por mi cumple... A mamás y papás que me dan los buenos días...o las buenas noches, se acuerdan de mí y se interesan por cómo estoy, me animan y me preguntan. En definitiva, a todos los que me impulsan a seguir yendo a "trabajar" con la idea de que sí merecen la pena los esfuerzos, los desvelos y todas las dificultades que me pueda ir encontrando. 

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