viernes, 6 de diciembre de 2019

Vitaminas para el alma: reencuentros en Guijuelo

El pasado lunes, 2 de diciembre, disfruté de mi primer moscoso de este curso en periodo lectivo.

Como soy así, quizá pensé más con el corazón que con la cabeza. Aunque en realidad fue una decisión muy meditada, no tomada a la ligera, pero nada fácil. No era sencillo ver si era o no conveniente que volviera, aunque fuera un ratito,  de visita al cole. Sopesé pros y contras, para todas las personas implicadas, no solo para mí. Y la balanza se decantó por el lado de ir. No quería molestar, estorbar, sentir que sobraba... Era consciente que mi visita tal vez pudiera incomodar a alguna/a persona/s, pero lo que más pesó fue poder ver a mis alumnos, en especial a mis niños de 6ºC. Intenté molestar lo menos posible. No obstante me hizo una ilusión tremenda ver a los niños y niñas de los tres cursos.  

No pude saludar a todos las compañeros, me faltaron tres, pero lo tengo en mente, no se me olvida.

Para mí el momento más especial de toda la mañana fue cuando llamé a la puerta de 6º C, mi aula del curso pasado, me temblaba todo. Iba como un flan, pese a que ya me había calmado levemente al haber pasado antes por los otros dos sextos...Qué alegrón ver sus caritas. La clase de 6ºB estaba en Música, así que nos los vi hasta que regresaban a clase para salir al recreo. Los vi cambiados, más altos, y eso sí, tan guapos como siempre.

Y llegó la hora de llamar a la puerta, no recuerdo si toqué dos o tres veces, solo que lo hice con energía. Abrí la puerta tímidamente, y en cuanto me vieron contemplé muchas caritas de sorpresa, de incredulidad, cuatro o cinco de emoción desbordada (incluso llorando), y otras cuentas con una amplia sonrisa. Un grupito se levantó a abrazarme, pero rápidamente pedí que se sentaran. Como les había llevado a todos un detallito, ya ahí podía besarlos y/o abrazarlos uno a uno. Luego aproveché todo el tiempo que pude para estar con ellos, además de parte del recreo incluido y despedirme a la salida. Qué rabia que faltara una niña de 6º C. Tampoco estaba otra que pertenecía a mi 5ºC del curso pasado...Otra vez será.



Imágenes propiedad de La emoción de aprender.
Millones de gracias por ese reencuentro tan maravilloso, por haberme recibido con los brazos y el corazón abiertos. La verdad es que me en mi cabeza sí había imaginado cómo podía ser el reencuentro, pero superasteis mis expectativas...Cuánto os quiero. Me da igual si hay gente que no lo entiende, hay cosas que son como son y no hay vuelta de hoja. Me llevo esos abrazos apretados, besos, caricias, sonrisas, miradas...Todo, sin excepción.

Y con los compañeros, feliz de ver tantas personas a las que aprecio...y mucho. Hay compañeros, amigos y caras nuevas, y contenta de visitarlos y/conocerlos a todos. Por cierto, muchísimas gracias Alsira.


Fue un día de 10, ni sobró ni faltó nadie. Digo esto porque se acercaron los que quisieron (o pudieron), compartieron el tiempo conmigo los que tenían ganas de hacerlo, y eso es lo que vale. Y no solo en el cole, qué decir de Esther "Sancho", siempre me haces sentir muy querida, gracias por esos ratitos compartidos (y los que nos quedan). No me olvido de los papás de mis niños, de aquellos con los que individualmente estuve hablando, os agradezco una barbaridad todo lo que me dijisteis, y más que lo que me dijisteis, lo que me demostráis. Igual que a los que no vi pero luego me escribieron. Como digo otras veces, el cariño no tiene fecha de caducidad. Y me gustaría añadir que cada uno elige a quién deja entrar en su vida. Fue una jornada casi mágica, con las emociones a flor de piel y, milagrosamente, sin derramar (yo) ni una sola lágrima. Qué regalazo de moscoso...


Con Guijuelo me pasa una cosa curiosa, cada vez que me voy pienso que no es una despedida definitiva, sino un "hasta pronto." Y así, como quien no quiere la cosa, he pasado cuatro cursos en Guijuelo: el primero compartido con el Juan del Enzina de Salamanca, luego vinieron dos en el IES Vía de la Plata y, el más reciente, el curso pasado, nuevamente en el CEIP Filiberto Villalobos. Y si el destino me hace volver allí, por algo será; y si no me envía allí otra vez, alguna buena razón habrá también.

Monté en el autobús de regreso a Salamanca con una felicidad indescriptible. Fue un baño de cariño continuo, uno tras otro. Y de recuerdos, cosas que marcan, como las "Pinceladas de emoción," las echo de menos lo que no está escrito. De corazón, gracias a todos por haberme brindado un día tan redondo, tan de diez. Conseguís que en Guijuelo me sienta como en casa. 

Acabo con una imagen del ilustrador 72 kilos, porque todos los días hay algo que celebrar, y hay que exprimirlo, nunca se sabe cuándo las cosas pueden cambiar. Por eso me parece tan importante sacarle partido a los momentos especiales que se nos presentan en el "hoy", y mañana...ya veremos.


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