miércoles, 26 de febrero de 2020

Sin título

No todo necesita tener un nombre. Y eso le pasa a esta entrada, ni siquiera va a contar con una etiqueta, porque sí, porque no hace falta. A veces nos empeñamos en ponerle nombre a todo, y ni es necesario ni significa que vaya a ser mejor por tenerlo.

Cinco días sin cole dan muchísimo de sí. Cinco mañanas en las que el despertador ha sonado pronto, pero nunca a las seis de la mañana (y qué bien). La mayoría fuera de casa, en otras tierras, escuchando otro acento (precioso por cierto), viendo maneras diferentes de vestir, todo caras nuevas. Lugares desconocidos o ya olvidados, casi doce años son bastantes, y se nota. En definitiva, un romper con la rutina en toda regla, meterme en una burbuja, y quedarme en ella, tranquila, en paz...Y me ha venido de fábula. Visitar sitios sin prisa, sin mirar el reloj, contemplando, admirando, disfrutando...

Y gracias a todo lo anterior, me he acordado de mucha gente. Especialmente de los que no están atravesando por su "mejor momento", a nivel personal, laboral o ambos. Desgraciadamente no tengo solo un nombre en la cabeza, aunque algunas situaciones son más llevaderas que otras. Quiero pensar que al final, entre unas cosas u otras, las piezas pueden recolocarse y somos capaces de seguir adelante, de continuar, eso no es sinónimo de sanar ni empezar de nuevo. Pero hay que lograr dar con la fórmula para vivir de la manera más agradable posible, pese al pasado, al presente y a las circunstancias que rodean a cada uno. Si nos han hecho daño, es fácil decir que hay que perdonar, no sé si siempre es posible. Si hemos sufrido mucho, a ver de dónde sacamos las fuerzas para levantarnos cada día. Si nos han hecho la vida imposible, sería bueno buscar la manera de retomar cierta normalidad...Y así podría poneros un sinfín de ejemplos en los que seguramente, muchos de vosotros os veríais reflejados. Y no tengo "solución" para ninguna. Solo sé, o me parece mejor dicho, el sé suena a verdad absoluta, que la respuesta ha de salir de cada uno de vosotros. Por más manos que os echen, si vosotros no queréis levantaros, no tenéis ganas de ver la vida de otra manera, los esfuerzos de los demás por echaros un cable no servirán de nada. A mí me pasa con frecuencia, que siento rabia o impotencia por no poder ayudar (algo o más) a los que de verdad me importan, a aquellos por los que siento un cariño inmenso. Al final he llegado a la conclusión que puedo ofrecerles un par de oídos atentos y mucho cariño, y ya.  

Volviendo a los que me he acordado en este maravilloso periodo de desconexión, son personas que me importan mucho. He pensado en lugares en los que habrían pasado muy buenos momentos, paseos compartidos, sobremesas eternas...No sé, mil detalles. Lo que de verdad importa no es dónde vas, sino con quién. Y por eso me he llevado una de las mejores compañías del mundo, mi hermano. Y he tenido muy presentes a los quería que tuvieran la oportunidad de pasar unos días así, en Zaragoza o en cualquier otro rincón del mundo, pero que ahora, por la razón que sea, no pueden permitírselo. Bueno, todo llega, cuando se pueda...No es fácil que todos los astros estén alineados, y haya ganas, tiempo, posibilidades de viajar y una compañía con la que apetezca pasar muchas de las 24 horas del día.

A los que va dirigida esta entrada, espero que os deis por aludidos/as, para bien, y sintáis todo el cariño guardado en esta entrada, y el mimo con el que intento trataros siempre que nos comunicamos, aunque no podamos vernos en persona lo que me gustaría. Ojalá soplen aires diferentes para vosotros, que os ayuden a mirar el futuro con más optimismo (aunque no resulte sencillo).

Completo la entrada con algunas fotos de estos días inolvidables por tierras mañas. Las puertas me parecieron una auténtica preciosidad. Igual que la floristería con las palabras "In love", el atardecer desde el Ebro y el cariño de dos palomas (pese a lo mal que me caen).







Todas las imágenes son propiedad de Raquel Plaza Juan.

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