domingo, 28 de abril de 2024

Cura salada, alegrías y cine

Hace una semana estaba contemplando el océano. Disfrutando del sonido de las olas golpeando las rocas, o las estructuras de hormigón que sitúan en las proximidades de los faros. Y me deleitaba con la gama cromática que el Atlántico nos ofrecía. Con esas tonalidades verdes y azules que simulaban un cuadro en movimiento. Y mirar, e intentar ver más allá, y darte cuenta que no, que hasta donde me alcanza la vista todo era una enorme masa de agua salada. De fondo las gaviotas ponían parte de la banda sonora, paseando confiadas entre los turistas y locales. Revoloteando encima de nuestras cabezas y, paradas, cual modelos avícolas en una pasarela, sobre alguna roca. Sin inmutarse, conocedoras de su terreno y conscientes de nuestra presencia limitada en dichos parajes. Ahí los intrusos somos los humanos, no hay duda alguna. Y no necesitaba mucho más, excelente compañía y maravilloso entorno. Temperatura fantástica. Y algún miedo superado. El miedo es muy puñetero, no es fácil enfrentarse a él, y mucho menos vencerlo. No monto en ascensores salvo que no me quede otra. He llegado a subir a un quinto piso a patita, cargada como una mula con una planta de orquídeas. Así que subir en un ascensor inclinado, en muchos sitios lo llaman funicular, apoyado en la montaña, a lo largo de 318 metros y con una inclinación del 42 %, no era moco de pavo, al menos para mí. No voy a enumerar por aquí todas las posibles situaciones que mi cabeza había imaginado si llegaba a entrar, no quiero asustar a nadie. El recorrido se realiza en tres minutos escasos. Pero esos tres minutos aproximadamente, dan para mucho cuando uno de tus compañeros de viaje es, lamentablemente, el miedo. Pero lo hice, aun con miedo. Y acompaño este momento con una acertadísima ilustración de Adela por dios (Adelaxd). Acertadísima como tantas otras, descubrimiento que me hizo mi hermano. Con trazos muy simples es capaz de hacer maravillas. 

Y mi sabor de boca al acabar mi escapada atlántica, no habría sido el mismo si no hubiera subido en ese ascensor/funicular. Sé que ma habría lamentado, por no haberlo intentado. Me habría "tirado de los pelos", por dejar al miedo que me ganara. Aunque si repito la experiencia, necesito mentalizarme. Eso sí, las vistas desde arriba, espectaculares, como estar acariciando el cielo. Gracias. Eso sí, por mi cabezonería de querer meter los pies en el agua, regresé con un catarro oceánico que todavía colea, es lo que hay. 

Lo mejor es que ya falta menos para el próximo viaje, sea donde sea. Y quiero pensar que todo va a ir bien y este verano los protagonistas van a ser los viajes...

Dejo algunas fotos del viaje a tierras portuguesas. Para repetir.












Todas las fotografías son propiedad de Raquel Plaza Juan.
La tarde del viernes fue de alegrías al cuadrado. A veces toca disfrutar de alegrías propias, otras de las "ajenas". Esta vez no era yo la fuente de ninguna de esas dos alegrías, pero las alegrías de las personas que quiero me alegran a mí también. En una me dio por llorar. En la otra se me dibujó una sonrisa de oreja a oreja, como si me la hubieran cosido por los extremos. En ambos casos, me alegro lo que no está escrito, y gracias por acordaros de mí para compartir vuestros momentos felices. Mi felicidad aumenta con la vuestra. Y a colación de una de esas alegrías, me atrevo a compartir estas palabras:

Querida maestra:

Un título no convierte a nadie en maestro, da lo mismo que lo llamen diplomatura o grado. Un maestro se hace, pero también nace. Nace porque me parece que es una profesión en la que o tienes vocación o ya puedes prepararte para sufrir durante los años de vida laboral. Seguramente si hay ausencia de vocación se harán mucho más largos. Los retos son inmensos, las dificultades, más grandes cada día, y las nuevas generaciones, cada vez más complicadas. Creo que "los alumnos de hoy en día" tienen unos estímulos distintos a los nuestros, cuentan con un lenguaje muy diferente, y una manera de entender el mundo muy alejada de la nuestra. En ocasiones siento que somos de planetas distintos. Quizás por todo lo anterior, considero, hoy más que nunca, un gran reto lo de dedicarse a la docencia. Una aventura de barcos piratas surcando el mar. De tesoros escondidos complicados de hallar. De nuevos puertos esperando a que alguien llegue a ellos. De turbulencias que dificultan el trayecto y escasos periodos con el mar en calma. Pero pese a todo, sigo pensando y defendiendo que tenemos la profesión más bonita del mundo. Ser docente es una profesión, además es un acto de valentía.

Y que cuando uno "empieza",  la entendible falta de experiencia se suple con ilusión y esfuerzo diario. Con ganas de cambiar un poquito el pedacito de mundo en el que nos ha tocado vivir. Con muchas horas de enseayo/error. Con una cantidad ingente dedicada a la observación, especialmente del alumnado, aquellos que mañana serán "tus niños". Y años después. puede que sigas refiriéndote a ellos igual, aunque quizás no sepas de la vida de ninguno. Y quiero pensar también, porque soñar es gratis, que van a ser un poco más felices después de haberte conocido. Espero que sepan apreciar tu luz, y valorar que frente a ellos, van a tener una maestra en mayúsculas. No obstante, la mayoría van a llamarte "profe" ja, ja, ja. Por supuesto, siempre que se pueda, que no falte el humor en el aula. Que el respeto y la tolerancia abanderen la clase y propicien un clima empático en el que cada uno pueda expresarse y mostrarse tal cual es, sin temor al qué dirán.

Disfruta de cada momento bonito, y quítale hierro a lo menos llevadero. Todos nos equivocamos, sin excepción. Y los docentes no somos sabelotodos. No pasa nada si en un momento dado no sabes algo. Ojalá algún día coincidamos en un cole. Respira, ve segura de lo que vales, recuerda que nunca se deja de aprender, y sonríe, porque sabes hacerlo muy bien. Y vas a hacerlo muy bien. De aquí al 30 de junio vas a creer que estás montada en una noria ¡Bienvenida!...¡Y suerte!

El viernes estuve en el cine. Hacía mucho que no iba y no recuerdo la última película que vi, ni tampoco el cine en el que estuve. Esta vez fuimos a una española, "Menudas piezas". En teoría, una comedia. Solo a mí se me ocurre ir a ver una peli de una profe de apoyo, que tiene que lidiar con alumnos dificilillos, por decirlo sutilmente. Ya, no es precisamente desconectar, lo que pasa es que fue de las pocas en cartelera que me llamaron la atención. Y sí, lo acepto, la cabra tira pa'l monte. Creo que es entretenida, guion mejorable (se podía haber profundizado más en algunas cuestiones, buenas interpretaciones y una carga emocional importante, por esoi recomiendo abstenerse de verla a  personas que hayan perdido a un ser querido "recientemente", especialmente si es vuestro padre o vuestra madre...Pero deja pinceladas que valen la pena, y no me arrepentí de ir a verla, pese a las lágrimas. Repiten bastante lo siguiente: "Todos somos iguales ante un tablero de ajedrez". Os animo a disfrutar de vuestras partidas, y a dar con las mejores jugadas, teniendo presentes que el tiempo del que disponéis es algo finito. Pero disfrutad, intentad aprovechar cada movimiento en vuestro tablero. Y como sale en la peli, y encima ya han anunciado que ha sido elegido eon el Premio Príncipe de Asturias de las Artes, tenía que despedirme hoy con esta preciosidad del maestro Joan Manuel Serrat...Hoy puede ser un gran día.

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