Noviembre es, desde hace ya muchos años, un mes que no me gusta un pelo. Se me hace bastante cuesta arriba y me da la sensación de durar una eternidad. No puedo evitarlo. Nadie tiene la culpa. Es como es. "Todavía" es 20 de octubre. Y lo "celebro" con el tedioso proceso de rellenar el Concurso General de Traslados. Ojalá el esfuerzo merezca la pena. Visto por encima, pone que son tres pasos. Estoy en el 2º, REDOA, y ahí me detuve, no me da la vida. Hoy ya no me da para más. Me he dejado las gafas en el coche y a estas horas, sin ellas, noto que me cuesta un montón leer. Así que terminaré la jornada en ese segundo paso y, mañana, ya se verá. Me he quedado a cuadros al ver, que tras escanear toda la documentación en PDF, luego había que subirla, archivo a archivo, a REDOA. Y con un título, descripción y una cantidad de datos considerable. Confío, soy optimista por naturaleza, en que el esfuerzo ingente de este año no caiga en saco roto. Y ojalá, cruzo hasta los dedos de los pies, haga que el año que viene este proceso sea mucho más liviano. Por pedir, que no quede. Y aunque desafortunadamente soy experta en redactar reclamaciones, espero, de corazón, librar esta vez. Por favor, que me baremen todo bien a la primera...Otra vez, a cruzar los dedos. Mucho ánimo a los que estáis en medio de todo este batiburrillo burocrático, y espero que podáis entregar todo correctamente y dentro del plazo que nos dan. Y más ánimo todavía para los que estáis preparando las oposiciones y, deseáis que esta vez sí sea la vuestra.
Como decía al principio noviembre no es precisamente mi mes favorito, y que un familiar haya tenido que visitar Urgencias tres veces en cinco días, contribuye a que no cambie de parecer sobre él. A lo que queda del año le pido un poco de aire. No más sustos, por favor, ni personales ni de los que quiero. Me encantaría tener dos fines de semana seguidos de relativa calma, tampoco quiero que mi casa parezca un templo budista.
Y así estamos, navegando este mes como podemos. Viendo ya los adornos navideños por todas partes. Me siguen encantando, pero también se me saltan las lágrimas porque es inevitable acordarme de mi padre. Y escuece, sigue doliendo un montón. Su duelo por él a veces se asemeja a tener un dragón dentro de mí. A ratos parece que me abrasa por dentro. Otros, ese dragón me transmite su fuerza, para bien, porque su recuerdo me impulsa a seguir adelante cuando siento que ya no puedo más. Pero, también para mal, porque esa fuerza me araña, hace sangre, y me hace saltar de la rabia. De esa rabia que me provoca su ausencia. Y lloro, aprieto los puños, y me doy cuenta que de alguna forma, está presente en cualquier parte. Y eso me alivia, al menos en parte. No voy a andarme con paños calientes. El no escuchar su voz, no poderle dar un abrazo. No poder sentarme a comer a la misma mesa que él. No poderle contar algo, lo que sea. No hacerle regalos nunca más. Su olor, su figura en el cuarto de estar leyendo el periódico, o en el sofá viendo la tele o con un libro entre sus manos. Ver a mis padres de la mano o darse un beso. Todo. No sé, miles de detalles del día a día que cuando los contemplaba o vivía no le daba la importancia que les doy ahora. Un día estamos aquí y, al siguiente, a saber. Nadie tiene la existencia asegurada. No soy una excepción.
Así que bueno, si el año pasado pudimos, este supongo que seremos capaces, de nuevo mi hermano y yo, de poner el árbol y montar el belén. Era algo tan suyo que no hacerlo, me parecería una falta de respeto a su memoria gigantesca. Y no, de eso nada. Lo "suyo" era el belén, y lo nuestro el árbol. Pero al faltar él, asumimos su parte. Nuestra casa sin el belén en Navidad, ya no sería la nuestra. Pese a ser tan distinta desde que él nos falta. Como veis me pongo melancólica y esto es un no parar. Voy a coger un poco de aire.
Y respirando, pese a lo largo que se me hace el mes, el peso de las ausencias pese al paso del tiempo y, el vértigo que dan unas segundas navidades sin papá, intento esbozar una sonrisa. Porque la vida sigue siendo bonita. Amor no me falta, cariño no me falta, y eso es lo que arropa. Esas personas incondicionales que aguantan a mi vera o cerquita carros, carretas y carretones. Que me aconsejan, me escuchan, me sacan de dudas, me plantean preguntas y también me dan respuestas. O no me las dan, pero me ayudan a encontrarlas por mí misma. Quien bien te quiere, te cuida, es así de simple.
Y te apoya, aunque eso parezca a ratos un salto al vacío. Ya sabéis que no soy de las que se lanzan a la piscina sin mirar. Me arriesgo, pero no a lo loco, mido bien lo que puedo perder y qué puedo ganar. Y si creo que vale la pena pues...¡al agua patos!
No sé yo si ahora REDOA tendrá ganas de funcionar. Por mi parte doy por finalizado el tiempo que hoy he tenido que dedicarle al Concurso General de Traslados. Que no ha sido poco...Y lo que intuyo que me queda aún.
Si lo que me quiere la gente (algunas personas claro, otras no me podrán ni ver) se transformara en oro, tendría una fortuna el doble de la de Amancio Ortega. Así que, como siempre, gracias.
Os deseo un jueves tranquilito. Y un viernes mejor todavía. Ver asomar el fin de semana, suele ser motivo de alegría. Cuidaos mucho, por favor, No dejéis de quereros mucho, a vosotros mismos y entre vosotros.