viernes, 8 de marzo de 2019

Pinceladas de emoción (13): la tristeza, grandes dosis de cariño y el CRIE ya asoma

Después de un paréntesis por el desfile de Carnaval, retomamos la normalidad con nuestra media hora de "Pinceladas de emoción." Hasta el último momento me planteé si decir algo más sobre la vergüenza o pasar a otra cosa. Opté por lo segundo.

Directamente les presenté el libro "¡Estoy aquí para ti!" Les advertí que la idea era que ellos, mientras lo escuchaban, fueran identificando las emociones a las que se refería pero, no les iba a adelantar, cuál de las que está presente en el texto era nuestro siguiente objetivo.

Solo con el título una alumna dijo que seguro que era sobre el amor...Y no se equivocaba, es una de las emociones que aparece, de una manera más o menos clara, se ve que es parte de la historia. Además habla de amistad, tristeza, cariño, apoyo, confusión, soledad, superación...

Así que cuando terminé de contarlo les pregunté y entonces empezaron a decir las emociones anteriores. Les expliqué que todos tenían razón, porque una historia puede hablar de muchas cosas distintas, como era el caso. Os dejo unas imágenes del libro, para que os hagáis una idea, aproximada, de cómo es. He escogido las ilustraciones que se centran más en la tristeza. .









Me gusta el enfoque del libro, al tocar la tristeza de una manera positiva, porque el mensaje es claro: Si estás triste, ¡estoy aquí para ti! Algunas personitas de mi clase suspiraron de alivio cuando me escucharon decir que tampoco hace falta llorar para hablar de la tristeza, pero que si alguien llora, sabe que no pasa nada.

Intento seleccionar historias sencillas, bonitas visualmente, con texto no excesivamente largo (el tiempo del que disponemos limita mucho)...Y antes de llevarlas al aula reflexiono sobre si les puede gustar o no. Podía haber empezado de una manera más abrupta e ir directamente hacia la tristeza pero...¿Para qué? Me parece un tema delicado, y por eso intento hablar de ella con tacto y, como siempre, con mucho respeto.

Luego les invité a hacer una cadena, que me encargué de inaugurar (tiendo a hacerlo cuando detecto que, según el tema que sea, puede costar romper el hielo). La cadena tenía esta fórmula:

Cuando me siento triste yo...(y cada uno la completaba como quería)

Hablaron todos los que quisieron participar, como es habitual, nadie está obligado a intervenir.

A continuación les puse dos situaciones, en las que podían sentirse triste, y cómo actuarían si les pasara eso. En la primera, su mamá/papá les da 20 euros y una lista con algunas cosas que tienen que ir a comprar al súper. Cuando llegan al supermercado ven que han perdido el dinero...¿Qué harían? Hubo variedad de respuestas, reflejando la diversidad de mi aula. Por ejemplo, ir a casa, coger 20 euros (del dinero propio, del niño/la niña) y regresar al supermercado a coger lo que tenían que comprar. Me pareció una buena solución. También otras menos resolutivas, como lamentarse por lo que les había pasado, gritar...

En la segunda situación tenían que imaginarse que esta mañana su mamá/papá/persona que haga la comida les había prometido hacerles su comida favorita. Ellos llegan ilusionados a casa, y al abrir la puerta perciben un fuerte olor a quemado...Obviamente, además de tristes, ¿cómo reaccionarían? ¿qué les dirían? Hubo respuestas para todos los gustos, unas mucho más razonables que otras. En el caso de las que me parecieron menos razonables, lancé una invitación a actuar de forma empática. Por ejemplo, hacer que la persona que fuera repitiera la comida, tardara lo que tardara, no me pareció la mejor solución. Como ponía la "regla de oro" de mi aula del Miróbriga: Trata a los demás como te gusta que te traten a ti. Y por eso saludo aunque no siempre me responda la gente, o miro a los ojos de quien tengo enfrente...Y mil ejemplos más me vienen a la cabeza. Otra niña planteó ayudar ella a quien fuera (papá/mamá...) a hacer la comida nuevamente. 

Y solo con estas dos situaciones, vi que quedaba minuto y medio para que tocara el timbre, no me quedó otra que dar por concluida la clase.

Quizás sea por la cercanía de nuestra estancia al Centro Rural de Innovación Educativa, CRIE, de Berlanga de Duero (Soria), o que estamos ya en marzo y nos vamos conociendo bastante, o yo qué sé, pero noto un cariño que crece día a día de manera exponencial. Cada cual lo demuestra como quiere, puede o sabe, algunos con la mirada (precioso sentir ese cariño cuando me miran), otros con lo que me dicen, un tercer grupo, a base de abrazos, cada vez más; y un último grupo no, porque es preferible que no finjan lo que tal vez no sientan (no se puede caer bien a todo el mundo, sería muy aburrido). Qué bonito ¿no? Lo de sentirse tan querida quiero decir, da alas para ir al CRIE y al Polo Norte.

Hace un par de semanas estaba nerviosísima, al ver que la fecha se acerca (y antes hay que terminar la segunda evaluación). Ahora ya no, cuanto más se acerca más cosas hay preparadas y más ganas tengo de ir. Pese a la responsabilidad que conlleva, es algo que quiero, me apetece más bien, asumir. Y me parece que es la mejor forma, llevar todo lo mejor organizado posible, pero sin agobios ni amarguras. Estoy convencida, va a ser una experiencia inolvidable y va a salir fenomenal.

No busco explicaciones, el cariño, siempre que sea sincero, es bienvenido. Es algo que me encanta de los niños/las niñas, la sinceridad, para bien o para mal, con la que actúan y te demuestran lo que sienten y piensan. 

Y con este marco alrededor, seguiremos el próximo viernes aproximándonos a la tristeza.

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